Punto de vista de Max:
No recuerdo haber sentido esta rabia jamás. Me arde la piel. El pecho me late tan fuerte que siento que me va a estallar. Quiero gritar. Quiero destruirlo todo. No puedo dejar de pensar en su rostro... en cómo mi hermana, mi Isabella, apenas pudo contar lo que ese malnacido le hizo.
Mi madre me lo dijo con lágrimas en los ojos. Temblando. Como si las palabras fueran cuchillas que cortaban al salir de su boca.
No pude soportarlo. No quise escucharlo todo. Bastaron unas pocas frases para que me lanzara por la puerta. Iba directo a las mazmorras. Iba a matarlo con mis propias manos.
—¡Max, detente! —escuché a mis padres gritarme por el vínculo mental—. ¡No puedes hacer esto!
No me importaba. No me importa. Que me destierren si quieren. Que me encierren. ¡Ese desgraciado tocó a mi hermana! ¿Y el Imperio quiere un juicio? ¡A la m****a el juicio!
El aire quema cuando respiro. Mis músculos están al límite. La rabia me convierte en otra cosa, en un lobo sin control. Sien