Punto de vista: Isabella
Despierto en mi cama. Todo se siente borroso, como si el mundo tuviera un velo de dolor. Mi madre está sentada a mi lado, cansada, con ojeras profundas, pero con una dulzura infinita en sus ojos. Me acaricia la frente con suavidad.
—Tu papá fue a ver a las chicas que te ayudaron ese día —me dice.
Una punzada de miedo me atraviesa el pecho.
—Mamá… hay algo más. Algo que no le conté a papá. Ni a la tía Susana.
Ella frunce el ceño y se endereza en la silla.
—¿Qué sucede, hija? —su voz es temblorosa, cargada de preocupación.
—Después de que Adán terminó de violarme —digo, sintiendo como si esas palabras arrancaran parte de mí—, se burló. Les preguntó a sus amigos: —¿A quién le toca ahora?-
Ese era el plan, mamá… uno tras otro, se iban a turnar como si fuera un objeto.
Su expresión se desfigura. Se queda sin palabras. Sus ojos se llenan de horror y lágrimas, y simplemente me abraza, como si su cuerpo pudiera devolverme algo que me robaron.
—Eres tan valiente, mi am