Ulva despertó empapada en sudor. Afuera, los lobos aún montaban guardia. La luna seguía alta, casi al borde de transformarse en eclipse otra vez. Kaelion entró, apenas cruzando el umbral.—Sentí algo —dijo, sin aliento—. Como si algo hubiera… cambiado. —Ulva lo miró por primera vez, sin miedo.—Tenemos que prepararnos. Porque lo que viene… va a rompernos por dentro. —Kaelion la observó en silencio. Y en ese instante, sin palabras, supo que algo en Ulva había despertado. Y que tal vez… ese despertar era lo único que podría salvarlos a todos.🌑🌑🌑La caverna ya no era un lugar de castigo. Era un altar. Un escenario preparado por Selene para un solo acto: la caída definitiva de Fenrir.Las raíces que colgaban del techo se entrelazan en formas ondulantes, como serpientes que danzaban. La temperatura había subido. El fuego en los braseros ardían con un tono púrpura y en el centro, de pie, estaba él. Su cuerpo aún mostraba grietas de la transformación inconclusa. Su espalda marcada, sus o
El cielo se había cubierto de nubes, aunque no llovía. Ulva caminaba entre los árboles del campamento, intentando calmar ese nudo en el pecho que no la dejaba respirar. El ataque del lobo sin nombre, la visión de la luna… todo se había superpuesto en su mente como una tormenta de imágenes y susurros.Pero ahora… era distinto. Una punzada le atravesó el pecho. No física, una más profunda. Como si una hebra invisible se hubiera soltado de su alma y hubiera quedado colgando en el vacío. Se llevó la mano al pecho, justo sobre el corazón.—Kaelion… —susurró, tambaleándose.Él apareció a su lado al instante, como si la hubiera estado vigilando desde las sombras.—¿Ulva? ¿Qué pasa? —Ella no podía hablar. Las palabras no salían. Solo una sensación oscura la invadía. Una tristeza sin forma, como un duelo sin causa. Como si… alguien la hubiera traicionado.—No lo sé… —murmuró, cayendo de rodillas—. Algo… se rompió. Lo sentí. —Kaelion se agachó de inmediato, la envolvió con sus brazos, la sostuv
La madrugada cayó pesada sobre el bosque. El cielo seguía encapotado, la luna oculta tras una capa de nubes que no dejaban pasar su luz. A lo lejos, el canto de los búhos era interrumpido por ruidos de ramas, viento y un presagio que se aferraba al corazón de Ulva como espinas.Estaba sentada al borde de una roca, envuelta en su capa, con los ojos fijos en el horizonte. El fuego que antes ardía en su interior se había vuelto brasas. Y el frío… ya no era de cuerpo, sino de alma. Kaelion se acercó en silencio. No quería interrumpir. Solo estar cerca. Ella no lo miró, pero supo que era él desde el primer paso.—No has dormido en dos noches —murmuró él.—Ni tú. —Kaelion se sentó a su lado, sin tocarla pero su presencia bastaba. Era como un faro en medio de una tormenta que aún no entendía.—A veces… siento que algo se perdió dentro de mí —dijo Ulva, con la voz ronca—. No sé qué. Solo sé que… ya no está. —Kaelion no la interrumpió. Solo la dejó hablar, respirar, quebrarse si lo necesitaba—
El fuego central del campamento ardía con una intensidad inusual. Todos los guerreros estaban reunidos, formando un círculo cerrado alrededor de Kaelion, que se mantenía de pie con los brazos cruzados, el rostro serio, el pecho aún vendado por la herida que uno de los minotauros le había provocado. Ulva estaba sentada a un costado, flanqueada por Lira y Karsen. Aunque sus ojos se mantenían firmes, por dentro sentía el tambor de la visión aún latiendo en su alma.—Ya no podemos esperar —dijo Kaelion con voz grave—. Selene está usando magia oscura que supera nuestras defensas. Nos está observando. Acechando. La luna ya no es suficiente escudo.—¿Y qué propones? —preguntó uno de los guerreros.—Proteger a la luna. A Ulva —respondió Kaelion, sin rodeos—. Ella es el centro de esto. Si la oscuridad la captura, todo estará perdido. Necesitamos reforzar la seguridad en torno a ella, formar un escudo físico y mágico.Un murmullo recorrió el círculo. Algunos asentían, otros dudaban, pero fue el
La torre negra estaba envuelta en una niebla espesa. Selene caminaba descalza sobre las piedras frías, su vestido de sombras rozando el suelo como una serpiente paciente. Todo en ella respiraba poder, obsesión y triunfo silencioso. Frente a ella, Fenrir estaba de pie. Su torso desnudo mostraba las marcas nuevas: venas ennegrecidas, una runa oscura creciendo en su espalda y la mirada cada vez más lejana. Ya casi no pestañeaba. Ya casi no recordaba.—Estás listo para más —susurró Selene mientras llenaba la copa de obsidiana con el elixir espeso y negro—. Cada gota borra lo que fuiste… y te acerca a lo que debes ser.Fenrir bajó la mirada. Respiraba como un animal contenido. Las palabras de Selene eran un eco constante que le atravesaba los huesos.—Hoy es luna llena —continuó ella, acariciando su rostro—. El momento perfecto para reforzar nuestro lazo. La luna no sospecha… y la luz no te protegerá esta vez. —Él no respondió, pero tampoco se resistía. Selene alzó la copa.—Bebe, y con es
Se alzaron ante los presentes como la pareja imparable, ya no habia temor, solo anhelo, deseo, un celo interminable. El sacerdote ya los habia advertido, debían estar una semana en la cueva, recargando energia y consumando su ahora apareamiento. Sin aviso aprtieron hacia su lugar sagrado, ese que les brindaria el espacio para pasar un celo feroz, los lobos uno negro como la noche y la otra gris claro como las nubes del cielo corrieron por medio del bosque guiados por la luna. La cueva los esperó con las puertas abiertas y una vez entraron esta se cerró. —Te necesito —susurró Keolion sobre sus labios, tomandola de los muslos para subir su piernas, Ulva arqueó la espalda al sentirlo volver entrar lentamente en su interior. Sus piernas rodearon su cintura con suavidad, su aliento se entrecortaba. No era solo placer… Era reconocimiento. Era hogar.—Ulva… —susurró su nombre como un mantra al sentirse completamente en su interior, como si temiera romperse si no la nombraba. Sus cuerpos s
El murmullo del agua descendía por las paredes de piedra como un susurro antiguo, recordándole a Ulva que ese lugar había sido testigo de más de una historia. La cueva de piedra, silenciosa y majestuosa, resguardaba su rincón más sagrado al fondo: una sala circular donde la luz lunar se colaba desde una grieta alta, cayendo sobre el centro como una bendición ancestral.Ulva caminaba delante de Kaelion, guiada por el instinto, por una memoria que no quería despertar. Sus dedos rozaron la pared, la sintieron respirar como un ser vivo. Allí había amado, había entregado más que su cuerpo: su alma. Fenrir la había besado contra ese mismo muro. Y ahora, la vida la traía de regreso… de la mano de otro.Se detuvo, la garganta le ardía como si algo la apretara desde dentro. Sus ojos se cerraron, y el recuerdo se volvió carne. Recordó las manos de Fenrir, su aliento feroz y tierno, el crujido de su voz llamándola “mi luna” mientras todo a su alrededor se convertía en fuego, pero esa llama… se h
La torre de hojas temblaba con un susurro apenas perceptible, como si los árboles que la escondían intentaran advertir del caos que se avecinaba. Selene se estiró entre los pliegues de su lecho cubierto de pieles, su respiración aún agitada, el cuerpo cálido de Fenrir tendido a su lado como una ofrenda caída del cielo. Él dormía, envuelto en una falsa paz, los ojos cerrados, los labios apenas entreabiertos. Su pecho subía y bajaba con lentitud, marcado por la tinta oscura del conjuro que aún se desvanecía sobre su piel. Lo había tenido toda la noche. No como enemigo, ni como prisionero, sino como suyo y eso la llenaba de poder.—Mi bestia perfecta… —murmuró Selene, acariciando el tatuaje que había nacido junto a la marca. Una serpiente negra, retorcida sobre su omóplato, que brillaba cada vez que ella lo tocaba.La marca que él le había hecho la quemaba dulcemente. Ella sonrió, lo tenía por fin. Ya no se resistía. Bebía del veneno sin que se lo ofreciera, buscaba su cuerpo como si fue