El corazón del guardaespaldas: 33. Correr tras el amor
Una semana después…
Observaba la ciudad desde la ventana de su habitación cuando escuchó la puerta.
— ¿Puedo? — Era Emilio.
No la había dejado sola ni un instante desde lo ocurrido, salvo para agilizar todo el asunto con los abogados por ella. Declararía la mañana del día siguiente y entonces, con todas las pruebas recaudadas en contra de Renzo, pagaría las consecuencias por lo que le había hecho a su hermana pequeña.
La jovencita asintió, intentando incorporarse.
— No, siéntate — le pidió su hermano, acercándose — recuerda que debes guardar reposo hasta qué… — un pequeño silencio se hizo entre ambos.
— ¿Cuándo debo presentarme? — preguntó ella. Quería que todo acabase cuanto antes.
— Mañana — le informó, tomando su mano entre la suya.
Ella pasó un trago y asintió.
— De acuerdo, estoy lista.
— Cariño…
— Emilio, estoy bien, lo prometo, puedo hacerlo — esa conversación la habían tenido días atrás. Por nada del mundo él quería que ella se enfrentase cara a cara con ese animal.
Sonrió.
—