El corazón del guardaespaldas: 34. Dolorosamente… tú

— Gracias — musitó al taxista que hace pocos segundos la había dejado en el pórtico de su edificio y después tomó una respiración profunda.

No tenía tiempo que perder. Lo amaba y necesitaba desesperadamente que él lo supiera, que los errores no importaban, que sus días, sin él, habían pasado de ser un cielo con nubes blancas a uno encapotado de gris.

Subió las escaleras con prisas, el ascensor sabía que demoraba y no se detuvo hasta que llegó a su puerta. Tocó un par de veces con ansias, nerviosa. Esperó un par de segundos y volvió a insistir.

Pasos aproximándose hicieron que su corazón brincara frenético, poco después, escuchó el seguro de la puerta.

Una mujer de edad media se asomó y la miró con intriga.

— ¿Sí?

Sin comprender de quien se trataba, pasó un trago.

— Hola — musitó con timidez, intentando mirar a través del hombro de la mujer — ¿Está Leo?

Varios segundos de silencio se hicieron, lo que no hubiese tenido mayor importancia si ella de verdad no estuviese tan desesperadament
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