Treinta y cuatro

Gio limpia los restos de helado del rostro de Katerina y se come el cono; luego le acaricia el cabello por un largo rato.

—Debemos hacer check-in, cariño —le dice mientras le roza las mejillas con los dedos.

Ella asiente atolondrada y trata de incorporarse, pero está tan desorbitada que vuelve a caer. Gio la sostiene de prisa y ríe divertido.

—Vamos a esperar a que te recuperes. ¿Cómo te sientes? ¿Dejarías que te lo vuelva a hacer o no? —pregunta con una sonrisa maliciosa.

Por su parte, Katerina se limita a asentir con la cabeza y esconde el rostro en la clavícula de él.

«¿Dejaría que me lo hiciera otra vez?», piensa sonrojada. Su cuerpo reacciona a esa posibilidad con espasmos y escalofríos.

—¿Tienes frío? —inquiere él al notar los temblores de parte de ella. Entonces se quita el saco y la ayuda a vestirlo; acto seguido, toma la braga, la sacude y se la pone de vuelta—. Regresemos, debes de estar hambrienta. —La besa en la nariz.

Katerina se sostiene de él para levantarse, entonces s
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