Katerina se levanta y se prepara para ir a la tienda, se mira en el espejo y, por primera vez en muchos años, odia su reflejo.
¿En qué momento se acostumbró a verse así? ¿Por qué no ha hecho nada con respecto a su imagen después de la muerte de su esposo?
Antes de casarse, le gustaba usar vestidos de colores, no muy largos y que le resaltaran la figura; también llevaba un poco de maquillaje y dejaba su cabello suelto. Todo cambió cuando su esposo la empezó a celar hasta por tonterías, entonces debía vestir esas ropas anchas, largas y feas.
Se abraza a sí misma cuando recuerda las palabras de su invitado, a quien apenas conoció el nombre la noche anterior porque ni eso le había dado.
Ella se pasa la mano por el rostro en busca de alguna arruga o imperfección, puesto que, pese a que nunca se había visto vieja, ahora su rostro se percibe diferente.
—Acostarse conmigo sería como acostarse con su madre... —Hace una mueca de disgusto y pasa las manos por el espejo—. ¿En qué momento envejecí