El ambiente en la cabaña de Elara seguía cargado de tensión tras la revelación de la manipulación policial. Valentina y Magaly estaban sentadas en la sala, repasando mentalmente los posibles escenarios y discutiendo cómo proceder, cuando el sonido insistente del teléfono de Valentina rompió el silencio.Valentina miró la pantalla con el ceño fruncido. Era un número desconocido. Dudó por un instante antes de deslizar el dedo para contestar.—¿Aló?Una voz agitada y urgente resonó al otro lado de la línea. —¡Valentina, soy Gustavo! Necesito hablar contigo. Es urgente.Valentina se puso de pie de inmediato, apartándose un poco de Magaly y bajando la voz. —¿Gustavo? ¿Cómo conseguiste mi número? ¿Qué quieres?—No importa ahora cómo lo conseguí. Escúchame, Valentina, no tengo mucho tiempo. Lo que te dije en el café... era solo la punta del iceberg. He descubierto algo más... algo que te concierne directamente y que cambia todo.La curiosidad y la aprehensión se mezclaron en el pecho de Vale
Al regresar a la cabaña de Elara, Valentina se sentía como si un torbellino de dudas y nuevas incógnitas la hubiera sacudido. Las palabras de Gustavo resonaban en su mente, mezclándose con la preocupación por la manipulación policial y la creciente urgencia por encontrar el cofre.Magaly la observó entrar, notando la confusión y la agitación en su rostro. —¿Qué pasó, Valentina? ¿Qué te dijo Gustavo? Parecías muy preocupada al teléfono.Valentina suspiró, dejando caer su bolso sobre una silla. Se pasó una mano por el cabello, sintiéndose exhausta y abrumada. —Dijo... dijo muchas cosas, Magaly. Cosas que podrían cambiarlo todo.Se sentó pesadamente en el sofá, con la mirada perdida. Magaly se acercó y se sentó a su lado, ofreciéndole una mirada de apoyo.—¿Sobre qué? ¿Tiene algo que ver con el secuestro o con el señor Contreras?Valentina asintió lentamente. —Sí. Dijo que escuchó a Contreras hablar por teléfono sobre el cofre. Parece que es algo increíblemente importante para él, algo d
Javier sintió un nudo en el estómago. Las palabras de su padre resonaban con una frialdad escalofriante. La magnitud de lo que estaba en juego comenzaba a hacerse palpable. No se trataba solo de un secuestro y un cofre antiguo; había secretos profundos y poderosos intereses en juego.—No puedo hacer eso, padre —respondió Javier con firmeza, a pesar del temor que comenzaba a sentir—. Valentina es mi amiga. Lo que le hicieron fue terrible, y no voy a darle la espalda. Y si ese cofre contiene algo que pueda exponer a los responsables, entonces creo que es importante encontrarlo.El señor Contreras soltó una carcajada seca, llena de sarcasmo. —¿Importante para quién, Javier? ¿Para esa muchacha y sus ilusiones de justicia? ¿O para ti, que crees estar haciendo lo correcto cuando solo estás siendo un peón en un juego que no entiendes?—No soy ningún peón —replicó Javier, sintiendo la rabia crecer en su interior—. Estoy haciendo lo que creo que es justo. Y si eso significa ir en contra de ti.
Al día siguiente, mientras Valentina intentaba trazar un plan para su peligrosa incursión en la mansión de su padre, su teléfono sonó, sobresaltánudola. Un número desconocido apareció en la pantalla, pero una corazonada le dijo quién era antes de contestar. —¿Aló? —respondió con cautela. —Valentina, soy Gustavo. Necesito verte. Es urgente. Tengo algo que mostrarte. Su voz sonaba apremiante, similar a la última vez que hablaron. La insistencia de Gustavo la puso en alerta. —¿Qué es, Gustavo? ¿De qué se trata? —Es información... información que solo te la puedo dar a ti, Valentina. Es demasiado delicado para hablar por teléfono. Necesitas venir sola. Valentina dudó. Después de la advertencia de Javier sobre su padre y la posibilidad de estar siendo vigilados, reunirse a solas con Gustavo le parecía aún más arriesgado. Sin embargo, la curiosidad y la promesa de información importante la carcomían. ¿Qué podría ser tan crucial que Gustavo insistiera en verla a solas? —¿Por qué a solas
Cuando Valentina regresó a la sala con el vaso de agua, Gustavo lo tomó temblorosamente y bebió un sorbo grande antes de suspirar. Su rostro aún reflejaba angustia, pero parecía un poco más compuesto.—Gracias, Valentina —dijo con voz ronca—. Perdón por eso. Necesitaba un momento.Valentina lo observó con cautela, sin moverse de su sitio. —¿Y bien, Gustavo? ¿Qué era eso tan urgente que tenías que mostrarme?Gustavo dudó por un instante, como si las palabras le costaran salir. Finalmente, con la mirada fija en el suelo, comenzó a hablar.—Antes... cuando estábamos hablando en el café... te dije que Contreras estaba desesperado por encontrar el cofre. Que escuché su conversación. Bueno... escuché algo más. Algo que no te dije en ese momento porque... no estaba seguro de cómo ibas a reaccionar.La atmósfera en la casona, cargada de los recuerdos de su secuestro y la angustia palpable de Gustavo, la mantenía en alerta máxima. —¿Qué más escuchaste, Gustavo? Dilo de una vez.Gustavo levantó
Mientras Valentina se alejaba de la casona, la rabia comenzaba a mezclarse con una punzada de duda. ¿Y si, a pesar de su manipulación habitual, Gustavo realmente tenía algo importante que decirle? La imagen de su rostro demacrado y su aparente angustia volvía a su mente, sembrando una pequeña semilla de incertidumbre en su enojo.Sin embargo, la memoria de su secuestro en ese mismo lugar, la forma en que Gustavo la había utilizado en el pasado, rápidamente sofocó cualquier atisbo de duda. No podía confiar en él. Su patrón de comportamiento siempre había sido el mismo: egocentrismo y manipulación. Era mejor cortar todo contacto y concentrarse en el plan con Richard y los demás para encontrar el cofre en la mansión de su padre.De vuelta en la cabaña de Elara, Valentina intentó ocultar su frustración y su encuentro secreto. Richard notó su agitación, pero ella simplemente lo atribuyó al estrés de la situación y a la inminente infiltración en la mansión. No quería preocuparlo innecesaria
El aire fresco de la noche golpeó mi rostro como una bofetada, pero no logró enfriar el fuego que ardía en mi interior. Cada paso que daba alejándome de la cabaña de Elara era una punzada más en mi pecho, un eco del mensaje que aún danzaba cruelmente en mi mente.Valentina... mi Valentina... ¿enamorada de ese hombre? Del hombre que la había secuestrado, que la había aterrorizado, que había intentado arrebatarla de mi vida. Era absurdo, ilógico, una pesadilla de la que anhelaba despertar.La rabia, caliente y ciega, amenazaba con consumirme. ¿Cómo podía ser tan ingenua? ¿Tan... doble? Todas las veces que me había hablado de su miedo, de su trauma... ¿era todo una farsa? ¿Acaso seguía sintiendo algo por ese monstruo?Un dolor agudo, punzante, se retorcía en mi estómago. El dolor de la traición. Había confiado en ella plenamente, había creído en su amor, en su sinceridad. Habíamos compartido tanto, superado tantas cosas juntos. ¿Y ahora esto? ¿Una puñalada trapera, justo cuando pensábamo
—¡Suéltame, maldito! —dijo Valentina, retorciéndose con todas sus fuerzas. Su mano libre se estrelló contra el rostro de Gustavo, un golpe seco que lo hizo tambalearse hacia atrás, aunque sin soltar su agarre.—¡Eres mía, te digo! —gruñó Gustavo, apretando aún más su brazo, sus ojos inyectados en ira—. No vas a volver con ese idiota.—¡Nunca! —replicó Valentina, pateándolo en la espinilla con fuerza. El dolor hizo que Gustavo aflojara momentáneamente su agarre, y ella aprovechó la oportunidad para liberarse.Retrocedió unos pasos, poniéndose en guardia, con la respiración agitada. —¡Aléjate de mí, Gustavo! No quiero nada contigo. Lo nuestro se acabó hace mucho tiempo.—¡Mientes! —gritó él, avanzando hacia ella con los puños cerrados—. En el fondo sabes que me amas. Ese idiota no te entiende. Yo sí.—Estás delirando —espetó Valentina, buscando desesperadamente una salida. La calle estaba desierta a esas horas. Tragó saliva y elevó la voz—. ¡Ayuda! ¡Alguien, ayúdeme!Gustavo se abalanzó