Mientras le estábamos contando a Irene los intrincados detalles de los misterios de "La Luz", mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla y vi el nombre de Magaly, una colega periodista y amiga muy querida. Fruncí el ceño ligeramente, preguntándome qué podría querer.
—Disculpen un momento —les dije a Irene y Richard, levantándome un poco de la mesa para contestar la llamada.
—¡Amiga, te tengo que contar algo! ¡Es una sorpresa! —exclamó Magaly con una excitación palpable al otro lado de la línea.
—¿Qué pasa, Magaly? ¿De qué se trata? —pregunté, sintiendo una punzada de curiosidad.
—¡Estoy en camino para Villa Esperanza! —soltó, con un tono de voz que irradiaba alegría.
—¡No lo puedo creer! —exclamé, mi sorpresa genuina. Magaly viviendo en la capital, que viniera hasta Villa Esperanza era algo completamente inesperado. —¿Qué te trae por aquí? ¿Pasó algo?
—¡Solo me dieron vacaciones! —exclamó Magaly, su entusiasmo contagiándome a través del teléfono—. Y me dije: ¿qué bueno sería vivir