Después de ese abrazo que tanto necesitaba, Milagros mantenía esa sonrisa dulce y genuina que siempre me había cautivado. —Cuéntame, mi amor, ¿cómo has estado? —me preguntó con una curiosidad palpable en su voz suave. —Y ¿quién es esta bella joven?
—Ah, disculpa que no te haya presentado —dije, apartándome un poco para que ambas pudieran verse bien—. Ella es mi mejor amiga, se llama Magaly.
—¡Qué bonito nombre! —exclamó Milagros, dirigiendo una mirada cálida y afectuosa a Magaly.
—Gracias —respondió Magaly, sintiendo las palabras cálidas y amorosas de Milagros como un oasis en medio de la tensión que habíamos vivido.
No quise abrumarla con mi pasado tan pronto. Después de tanto tiempo y en su estado, prefiero mantener la conversación, fluyendo de manera ligera y natural. Le conté brevemente sobre mi vida fuera del orfanato, evitando los detalles más oscuros y centrándome en las experiencias más recientes y positivas, como mi amistad con Magaly y nuestra vida en el pueblo. Quería que s