Tormenta de emociones.
Laura regresó furiosa al salón de banquetes, donde el eco de la música y las risas apenas lograban calmar su rabia. Buscó a Frederick, quien la miraba con una mezcla de preocupación y curiosidad.
—Vámonos, estoy cansada —dijo ella, con una mirada que intentaba ser firme pero que delataba su vulnerabilidad.
—¿Tan temprano? Apenas empezaba a divertirme —respondió él, ya un poco influenciado por el vino y la música estruendosa.
—Sí, por favor —insistió Laura, esforzándose por mantener la compostura.
Frederick soltó su copa, asintió y extendió su brazo para que ella lo tomara. Pero justo cuando estaban a punto de llegar a la puerta, Barbara los interceptó como un muro impenetrable. Su sonrisa era forzada, pero su mirada destilaba competencia, ansiosa por encontrar una oportunidad para molestarla.
—¿No estás satisfecha con la fiesta? —preguntó, aprovechando la ocasión para hablar sin cesar sobre el evento. Laura respiró hondo, mirando a Frederick con fastidio. Barbara continuó hab