Mundo ficciónIniciar sesión—Eso es verdad, ahora que lo dices... no recuerdo como encontramos este palacio, lo único que nos importaba era encontrar a Zeus y Hera— Atenea resopla con fuerza y niega suavemente con la cabeza.
—Nos pusimos más alterados cuando nos tratamos de acercar, unos guardias nos interceptaron y no nos dejaron pasar, por más que les decíamos quiénes éramos, se negaban a darnos paso, debo admitir que me siento muy ofendida por lo ocurrido— Artemisa infla los cachetes molesta, parece una niña pequeña con esa expresión en el rostro. —Al ver nuestra insistencia, uno de los guardias fue a llamar a padre, cuando él salió a dar la cara, nos dijo que estaban bien y que no habría fiesta alguna, que nos mantuviéramos alejados del palacio y que nadie era bienvenido.
Todos sueltan un fuerte resoplo enojados, pero al mismo tiempo tristes... es como si fuera la primera vez que papá los rechazaba de esta forma.
—Pensamos que Hera le había lavado la cabeza a Zeus, pero descartamos la idea cuando Atenea lo sugirió, casi le desprende la cabeza de una bofetada.
— ¿Por qué pensaron eso? Madre siempre ha sido amable con papá, no veo motivos por el cual ella deba... ¿Lavarle el cerebro? — Suelto una risa nerviosa y tomo otro sorbo del delicioso vino.
—Bueno, Hera es conocida por ser sumamente celosa con Zeus y ya va a varias amantes que mata— Mira a su alrededor, como si se estuviera cerciorando de que nadie la escuche. —Y todos pensamos que por fin había logrado su cometido, alejar a padre de todos nosotros—
—¡Es verdad! — Artemisa exclama feliz y emocionada. —Ya recordé como nos enteramos de la existencia de este lugar— Cierra su mano derecha formando su puño y lo golpea contra la palma de su otra mano. —Recuerdo que hubo una noche sin igual, la luna y estrellas brillaban de una forma impresionante, algo fuera de lo normal, incluso el ambiente era tranquilo y sereno... fue la única noche que hemos vivido así, pero desafortunadamente se vio interrumpida por un fuerte llanto, salte de la cama y caí de ella de bruces, me levanté enseguida y salí apresurada de mi templo en busca del origen del llanto, en el camino me encontré a Dionisio y Atenea, los tres buscamos el origen del llanto.
—Buscamos toda la noche, hasta eso... en aquella ocasión, la noche parecía que nunca iba a terminar— Dionisio suelta una risa nerviosa. —Ahí fue que encontramos este palacio y sucedió lo que te contamos, por más que tratábamos de interrogar a Zeus en aquel momento, él se negaba a contestar nuestras preguntas, pese a que estábamos escuchando el llanto, se negaba rotundamente a decirnos lo que ocurría.
—Voy a ser honesta y la verdad es que me da mucha vergüenza admitirlo— Artemisa baja por unos momentos la mirada para luego mirarnos con profunda confusión. —Cuando escuché esos llantos, me sentí aún más confundida ya que... los rumores de que Zeus y Hera tenían una hija se esparcieron mucho antes de que Ina naciera... entonces... ¿Quién esparció ese rumor? ¿Cómo sabía que Hera esperaba una niña? y lo más importante... ¿Por qué nadie sabe el motivo por el cual te esconden de esta forma tan celosa? Ni siquiera los dioses y diosas más allegadas a ellos lo saben, incluso ahora… nadie entiende porque te esconden tanto.
—Seguramente las Moiras tienen algo que ver ¿Quién sino ellas pueden saber todo eso? Para ser honesto... sólo se me ocurren ellas quien pudieron esparcir un rumor como ese.
Todos asienten con la cabeza, dando por sentado que las ¿Moiras? Tuvieron algo que ver, yo por mi parte me encojo de hombros y río levemente, doy otro trago al vino.
—Yo creo que esas tales Moiras no tuvieron nada que ver— Me miran los tres con suma atención y fruncen el ceño, esto hace que me ponga muy nerviosa y trague saliva con dificultad. —Yo me magino que tiene algo que ver con mi aspecto, seguramente es poco agraciado— Ver a mis hermanos, me doy cuenta de que son realmente hermosos, sus bellos labios, sus ojos de colores celestiales, sus cabellos perfectos y tienen un porte elegante y divino. —Supongo que les avergüenza mi apariencia, por eso me tienen en este palacio confinada—
—No creo que sea eso hermana— Artemisa pone una de sus manos sobre mi hombro y me aprieta suavemente. —Seguramente no quieren que te corrompas por la vida que llevan muchos Dioses—
—Seguramente debe ser eso— Dionisio hace aparecer una botella de vino y me sirve más. —Llevamos un estilo de vida bastante alocado y tú, querida hermana… estas tan alejada de todo eso que no conoces las perversiones del mundo— Me dedica una pequeña sonrisa.
—Ve a saludar a los demás invitados hermanita, aún quedan muchos parientes para que conozcas— Atenea se para atrás de mí para luego incitarme a conocer a los demás miembros de la familia. —Vamos hermana, que la noche es joven— Suelta una pequeña risa.
En compañía de mis hermanas y hermano saludo a los demás invitados.
—Tío Poseidón—
Mi hermano se acerca a un hombre que está sentado sobre uno de los sillones de cuero adornado con unos cojines que hace juego con el color café oscuro, con una pierna apoyada sobre la otra formando un cuatro, ambos brazos los tiene recargados sobre el borde del sillón y a sus lados hay dos ninfas o al menos eso creo que son, una de ellas es bastante hermosa, su cabello negro como la noche y brillante como las estrellas, en estos momentos siento bastante envidia por el color tanto de su cabello como el de su piel, que es bronceada.
—Dionisio— Dice con alegría. —Venga muchacho, sírveme más vino— Le acerca su copa que está vacía.
Artemisa se acerca un poco a mí y susurra suavemente.
—La de la derecha es Anfitrite, la esposa del tío Poseidón y la otra es una de sus amantes.
Volteo a verla sorprendida, abro los ojos de par en par, ella me mira con el ceño fruncido, había olvidado que no puede ver mi rostro.
—Vaya… yo… no me esperaba algo como esto… la esposa del tío es muy hermosa, no veo razón por la cual deba tener una amante, se me hace un poco… extraño y además parece que ella lo ama con todo su corazón.
Miramos en dirección a ellos en completo silencio, viendo que hace Dionisio y escuchando lo que le dice nuestro tío.







