Capítulo 7

Él con gusto le sirve más de beber a nuestro tío. Sentado no se ve tan imponente, pero su apariencia demuestra poder y fuerza, su piel morena, su cabello rojizo oscuro y sus ojos azules como el mar, su abdomen bien esculpido; Parece que al tío Poseidón no le gusta traer camisas. Y una falda de toga deja ver con sus piernas.

— ¿Cómo están? Hace tiempo que no les veo— El tono de su voz es algo serio y ronco, eso se puede deber a que ha estado bebiendo mucho.

—Bien tío, ya sabes… ocupados— Atenea se encoje de hombros levemente.

Puedo sentir una gran tensión entre ellos, por miedo, busco la mano de Artemisa y la aprieto levemente, ella me devuelve el gesto, ambas nos sentimos incómodas por la tensión creada.

— ¿Quién es… ella? — Me mira con curiosidad y atención, se toma de golpe lo que tiene en su copa para luego dársela a su amante.

—Es la cumpleañera, está conociendo a toda la familia— Responde Dionisio alegre mientras me invita a acercarme para saludar.

Se levanta de su lugar, dejando ver su enorme tamaño, me siento una pulga a su lado, me ofrece su mano y yo la acepto con algo de timidez, me aprieta levemente y luego me da un suave tirón acercándome a él, baja su rostro tratando de ver el mío.

—Parece que Hera pensó en todo—

Asiento con la cabeza de forma tímida al tiempo que doy un paso atrás.

—Madre siempre piensa en todo— Digo en voz baja.

—Bueno, fue un gusto por fin… ¿Conocerte? — Levanta una ceja, luego regresa a su lugar. —Si necesitas algo sobrina, solo pídelo, siempre estoy encantado de ayudar—

Sus últimas palabras tienen una extraña combinación de tonos, parece que lo dice de una forma sincera, pero al mismo tiempo parece que hay una trampa, debo hacer caso a los consejos de madre y no confiar a la ligera con mis tíos y primos.

—Gracias tío— Asiento con la cabeza.

Nos apartamos y seguimos viendo a los demás.

—Ten cuidado con Poseidón, siempre buscara sacar ventaja al prestar su ayuda—

—Normalmente pide favores carnales— Dice con repudio Artemisa.

— ¿Favores carnales? — Volteo a verla con curiosidad.

—Si… ya sabes… quitarte tu castidad, deshonrarte, hacerte su mujer de una noche…— Mueve las manos como si tratara de buscar más palabras en su vocabulario.

—Ah ya— Suelto una leve risa, la verdad es que no entendí del todo a lo que se refiere, pero prefiero no seguir preguntando ya que parece que a Artemisa le incomoda hablar del tema.

Llegamos hasta donde está parado un hombre rubio rodeado de muchas mujeres, escucho como les dice “mis musas”, tiene una enorme sonrisa dibujada en sus labios.

—Apolo— Dice Artemisa mientras aparta a las mujeres con algo de brusquedad. —Hermano, ven a conocer a nuestra hermanita—

Aparentemente todos mis hermanos son mucho más grandes que yo, me pregunto por cuantos años nos llevamos de diferencia, pero viendo la forma en cómo se comportan y actúan, quizás nos llevemos por unos 20 años tal vez.

—Hermana, estoy hablando con mis bellas musas, estoy inspirado y…— Cuando me ve deja de hablar de forma abrupta, me mira de arriba abajo para luego levantar una ceja. —Muy bien… imagino que Hera fue la que propuso ponerte todo eso encima ¿No? —

—Era una de las condiciones para que pudiera hacer mi fiesta— Digo avergonzada. —Preferí esto a no tener mi fiesta—

—Ay querida hermana— Se acerca a mí y me toma de los hombros. —Te entiendo querida, complacer a los padres es difícil, pero tranquila… ahora que nos conoces estoy seguro que muchos de nosotros buscaremos la forma de hacer que salgas de este… calabozo— Mira su alrededor como si se tratara de una prisión fría, húmeda y abandonada.

Al ver su expresión no puedo evitar reírme, hasta ahora, los hermanos que he conocido son muy cálidos y amables, me pregunto si así serán el resto de mis hermanos.

Nos despedimos de Apolo, para luego tomar asiento, por lo que me cuentan mis hermanos, el tío Hades no participa en estas fiestas ya que tiene mucho de que ocuparse en el inframundo; Espero poder visitarlo un día de estos, debe ser deprimente estar ahí abajo todo el tiempo. La tía Perséfone quedo loca por algo que no entendí muy bien, Ares y Afrodita están “desaparecidos” según mis hermanos, no quisieron entrar en detalles, a Hermes ya lo conocía, pero lo pasamos a saludar, mis tías Deméter y Hestia estaban hablando con mi madre, así que sólo fue un saludo rápido.

— ¿No falta nadie más? — Pregunto mientras me tumbo sobre una silla.

—Falta nuestro hermano Hefesto, pero después de lo que paso con su mujer ha estado muy amargado y no habla con nadie, es mejor que le dejes tranquilo porque podría ponerse algo… agresivo—

Miro entre los invitados y veo a mi hermano Hefesto, sentado en un sillón apartado de todos, puedo ver tomo toma de una sentada su trago, luego pasa una de sus manos sobre su cara tallándola con fuerza, desde aquí, se ve bastante solo y triste… me da pena verlo así.

—Iré a saludarlo— Me levanto de mi silla sin quitarle la vista de encima.

—Hermanita, es mejor que no… no queremos que se ponga agresivo contigo—

—Está bien, no importa…— Suelto un leve suspiro. —Nuestro hermano necesita compañía, estoy segura que el dolor que siente en su corazón debe ser muy pesado y doloroso, en lo personal… me duele verlo así— 

Tomo aire y camino hacia él, miro por encima de mi hombro y veo que mis hermanos se levantaron de sus sillas y caminan hacia mí, dejando cierta distancia, por si pasa algo.

—Hola— Digo de forma tímida.

Estando parada enfrente de él, la cosa no parece tan sencilla como pensaba, no tengo ni la más remota idea de que decirle o preguntarle, no le conozco de nada y no creo que quiera entablar una conversación conmigo; Viéndolo desde esta perspectiva, me doy cuenta de que no fue una muy buena idea, pero ya estoy aquí y lo menos que puedo hacer es intentarlo.

Él levanta la mirada hacia mí, apoya sus manos sobre sus piernas y levanta levemente el torso, suelta un ligero resoplo mientras se incorpora al punto de dejar su espalda recargada sobre el respaldo de la silla.

—Hola— Contesta con desanimo. — ¿Qué quieres? — Frunce el ceño, habla de forma golpeada y se nota lo retraído que es.

—Nada, sólo vine a saludarte hermano… es todo— Siento que mis piernas tiemblan levemente, definitivamente es muy complicado tratar de hablar con alguien que no quiere.

—Ahhh… tú debes ser la bebé de nuestros padres— Dice con algo de sarcasmo mientras se cruza de brazos.

—Bueno… si— Digo avergonzada. —Y-Yo… L-Lo siento— Bajo la mirada apenada.

— ¿Por qué te disculpas? — Suelta una carcajada.

Miro por encima de mi hombro y puedo ver que muchos de los presentes —Si no es que todos— Nos voltearon a ver con curiosidad.

—P-Por ser… la consentida— Me encojo levemente de hombros, no sé qué decirle.

—No es culpa tuya hermana, así son las cosas— Se levanta de su asiento y me acerca una silla.

Al verlo andar puedo ver que está cojo, siento una enorme necesidad de ayudarlo. Padre me ha enseñado algo de magia curativa, pero no tengo el conocimiento necesario para ayudarlo.

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