11
La mano de Craven se cerró en un agarre firme y mortal alrededor del delicado cuello de Lia. Ella le clavó las uñas en el brazo pero a él no le importó, la llevó contra la pared. Su mirada destilaba un veneno que a Lia le heló la sangre.
Todo en Craven era una amenaza directa hacia Lia.
La furia azotó a Dorian como una marea carmesí que hizo arder su mirada como llamas infernales. Durante la cena, apenas pudo controlarse, pero en ese instante su feroz instinto protector lo dominó.
Con un movimiento tan rápido y una fuerza sobrehumana, tan letal como una tormenta desatada, Dorian apartó a Craven de Lia.
Su agarre fue firme, contundente, obligando al otro vampiro a retroceder varios pasos. Lia cayó de rodillas buscando aire, mientras Dorian se interponía como un muro entre ella y lo que la amenazaba.
—¡Ni pienses en poner tus manos sobre ella otra vez! —advirtió con voz grave, tan letal como el filo de una daga. Fué una órden imponente que hizo temblar los muros del castillo.
Los oj