Capítulo cincuenta y ocho

Ethan observaba a Ylva, su respiración tranquila, su temperatura normal, señales de que la tormenta había pasado, al menos por ahora.

Deslizó los dedos por su cabello, que había recuperado su tono blanco puro. Parecía frágil, vulnerable en ese instante. Pero Ethan sabía que su mate era todo lo contrario. Ylva era fuerza, resistencia, poder contenido en su forma más pura, era un arma letal.

Entonces, su mirada se posó en su cuello en la marca que ahora se veía diferente.

El tono dorado resplandecía con suavidad, como si fuera un tatuaje que estuviera perfectamente delineado por una energía que solo él podía comprender. Ethan sonrió.

Ese era el símbolo de su manada. La prueba de que Ylva le pertenecía a él y a nadie más.

Pero el hecho de que su marca adquiriera ese tono… significaba mucho más que una simple señal de pertenencia. Era un vínculo profundo, una conexión que trascendía lo físico, era mucho más.

La satisfacción que recorrió su pecho era indescriptible. Agradecía tenerla a su
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