Aldric salió de la habitación con pasos firmes, pero su cuerpo reflejaba el peso del esfuerzo que había realizado. Estaba agotado, pero lo más importante era que su hermana estaba fuera de peligro. Su temperatura había vuelto a la normalidad.
Sin perder tiempo, miró a Ethan y le pidió que lo siguiera.
—Tenemos que hablar —dijo con seriedad.
Ethan asintió sin cuestionar, siguiendo los pasos de Aldric hasta su despacho. El ambiente allí era diferente, menos cargado por la tensión de la habitación anterior, pero aún impregnado de todo lo que había ocurrido.
Aldric le indicó uno de los sofás, y Ethan se dejó caer en él sin demasiada ceremonia. Aún llevaba el cansancio sobre sus hombros, la desesperación que apenas comenzaba a disiparse.
—Te ves fatal —comentó, su tono seco pero con un vestigio de preocupación.
Aldric soltó una leve exhalación antes de responder.
—También usé parte de mi energía para controlar la crioquinesis de Ylva —explicó, sus palabras marcadas por el agotamiento.
Etha