Me quedé mirando fijamente a la "dulce" Ekaterina mientras se alejaba moviendo su pequeño culo, mientras sentía una mezcla de confusión y curiosidad. ¿Qué había pasado? ¿Por qué había reaccionado de esa manera? Mi mente daba vueltas tratando de encontrarle sentido, pero cuanto más lo pensaba, más perdido me sentía. Había algo en su mirada, en la forma en que levantó el mentón y me enfrentó, que todavía retumbaba en mi pecho. Me había acostumbrado a ver a Ekaterina como una chiquitita frágil, alguien que necesitaba protección y cuidado. Pero en ese momento, había visto algo diferente en ella. Algo que me había sorprendido y, si soy honesto, me había inquietado. Era como si, de repente, hubiera descubierto que la dulce y sumisa Ekaterina tenía garras. Garras afiladas. O garritas para el caso... Por primera vez, me recordó a una criatura salvaje, algo que había estado escondido bajo la superficie y que ahora había salido a la luz. Sentí un extraño cosquilleo en el estómago, una mezcla de