Lula estaba atrapada en una espiral de oscuridad. El sueño la envolvía como una niebla espesa y confusa, llevándola hacia un lugar que se sentía dolorosamente familiar, pero distante. Podía escuchar el eco de unos sollozos, frágiles y desesperados. Una mujer lloraba, llamando a alguien, rogando entre susurros. Lula miró alrededor, intentando entender de dónde provenía aquel desgarrador sonido, pero todo estaba cubierto de sombras. De repente, las sombras comenzaron a desvanecerse, y la escena frente a ella se aclaró lentamente. Era una habitación decorada de modo antiguo, las paredes cubiertas de madera oscura, iluminada solo por un candelabro en el centro colgando del techo. En una esquina, una mujer de cabello oscuro sostenía a una bebé en brazos, acunándola suavemente mientras las lágrimas rodaban por su rostro. Lula reconoció la angustia en sus ojos antes de reconocer el rostro mismo de la mujer. Esa mujer... esa mujer ¿esa mujer era su madre? La imagen parecía borrosa, como si es