Lula estaba de pie frente al espejo, su corazón latiendo con fuerza en el pecho. La fiesta por la que tanto había trabajado finalmente había llegado, y mientras se miraba en el reflejo, apenas reconocía a la mujer que veía. El vestido de satén color amarillo, con su espalda descubierta, se deslizaba como una segunda piel, abrazando sus curvas con elegancia y soltura. Era largo, sofisticado, y los tacos que llevaba hacían que cada paso se sintiera como un desafío controlado. Sus manos temblaban un poco mientras aplicaba el maquillaje, tratando de enfocar la mente en la tarea y no en los nervios que la sacudían internamente. Suspiró profundamente y se inclinó hacia el espejo, difuminando con cuidado la sombra en sus párpados, cuando un suave golpe en la puerta la hizo girar bruscamente. Era Brad. Al verlo en el umbral, con su traje color azul oscuro perfectamente entallado de Armani con la camisa blanca abierta que dejaba ver su bronceado y una sonrisa cálida en los labios, sintió que l