—¿Y entonces? ¿Me dirás que pasó con él?—preguntó Candy mientras giraba frente al espejo con un vestido rojo encendido que claramente no necesitaba, pero que de todos modos iba a llevarse. Ekaterina soltó una pequeña risa, aunque su mirada permaneció fija en el perchero frente a ella. —Vino a casa, de nuevo. —¡Ay, por favor! —exclamó Candy con un chillido agudo mientras entraban al probador de la siguiente tienda—. ¡Te lo dije, te lo dije! ¡Lo tienes completamente en tus manos! Ese hombre está loco por ti, y tú ahí, toda tranquila, fingiendo que no lo ves. —No estoy fingiendo —murmuró Ekaterina, sacando un conjunto de lencería negra de la percha—. Solo que… no sé, está vez me dejó su tarjeta de crédito. —¿Y qué? Para que te compres cosas. —Sí. Pero esta vez no la pedí. Me la dejó sin decir nada. Así, como si fuera algo natural. Como si tuviera que pagarme o algo así. Candy se detuvo a medio camino de colgar un short diminuto y la miró con expresión incrédula. —¿Estás diciendo que te s