29. LO SIENTO
Kayla abrió de a poco sus ojos, se sentía mareada, embotada. Veía nublado.
Casi no recordaba nada acerca de los últimos eventos, hasta que, de repente, una idea se filtró por su mente. Lo último que recordó fue el video.
Con sus pocas fuerzas llevó una de sus manos, se vio muchos cables conectados, hasta su vientre ahora desinflado y sintió un dolor inmenso en el pecho. No se suponía que fuera así.
Una lágrima silenciosa se deslizó por su mejilla. Aún se sentía confusa, pero recordó el miedo que le sobrevino ante la inminente amenaza de pérdida de su hijo.
«¡Por favor, Dios, que mi pequeño bebito esté vivo!», pensó apesadumbrada.
La angustia amenazó con paralizarla mientras el miedo se extendía por su plexo solar y congelaba su sangre. El pánico, como el hombre de la bolsa, amenazaba con apoderarse de ella.
Alcanzó a pensar que, por pensar en abortar a su bebé, quizá Dios la castigaba por haber tenido esa idea. Era su culpa y se sintió muy mal.
Aunque, si de culpas se trataba, seguro