De pronto, sentí un dolor desgarrador, como si mi alma fuera arrancada de golpe, y al instante siguiente me encontré justo en la morgue del hospital. Ahí estaba mi cuerpo, siendo examinado exhaustivamente por el forense. Para mi sorpresa, el forense era Justino Olmeda, el marido actual de mi madre. Con precisión quirúrgica, Justino abrió de inmediato mi pecho. Al instante, con gesto grave, sacó su celular e hizo una llamada.Minutos después, mi madre cruzó la puerta. A pesar de sus cuarenta y tantos, seguía siendo hermosa. Una belleza inigualable que yo, desafortunadamente, no heredé.—Mira esto —dijo Justino, señalando mi corazón expuesto—. Esta persona tenía una cardiopatía congénita, una condición rara de dilatación aórtica primaria.Mi madre, con calma profesional, hundió en ese momento la mano en mi cuerpo para verificarlo. Luego, se puso con delicadeza unos guantes y, sin vacilar, tomó un bisturí para extraer mi corazón.—¡Estás violando los protocolos! —exclamó Justino, intenta
Ler mais