POV CARLOS
Apenas escuché el nombre del bar salir de los labios de Elena mientras hablaba por teléfono al salir de su oficina, sentí una punzada extraña, absurda y completamente impropia. Pero ahí estaba: viva, incómoda, clavándose como una aguja donde no debía.
Era un detalle insignificante —una simple ubicación— y aun así mi atención quedó atrapada por completo. Como si el hecho de que ella fuera a ese lugar significara algo que debía importarme.
Y, por supuesto, Thomas también lo escuchó.
Lo noté en su sonrisa complacida cuando estaba por entrar al elevador junto a ella. No lo permití. No iba a aguantarlo observándola, analizándola, imaginándose posibilidades que no tenían por qué existir. Dejé que Elena bajara sola. Podía perder el control si compartía ese espacio cerrado con ellos; ya no soportaba la forma en que Thomas la miraba.
—Eres un poco prepotente con tus empleados —comentó Thomas cuando se cerró la puerta del ascensor—. Ni siquiera diste las buenas noches.
Ni siqui