El pasillo que conducía a la sala de juntas se había convertido en un campo de batalla sensorial. El relicario de Serena, con la imagen de Kael niño llorando, actuaba como un foco de dolor psíquico, amplificado a través de la conexión emocional de la pareja. La ira y la humillación de Kael se estrellaban contra la mente de Elara, creando el pico de estrés perfecto que el padre había diseñado: un caos sensorial que neutralizaría la Habilidad de Elara y, por extensión, la única prueba irrefutable, el dispositivo de audio.
"¡El caos ya está en ti, Elara! ¡Tu mente se está saturando, lo siento! ¡El dispositivo es inútil! ¡Tu cordura es una farsa!" gritó Serena, deleitándose en el visible sufrimiento de la pareja.
Kael luchaba por controlar su dolor, su rostro contraído por la furia. "¡No la escuches, Elara! ¡Es una mentira! ¡Es su última jugada! ¡No dejes que el recuerdo me rompa!"
Elara sintió cómo la presión en su cabeza aumentaba, el zumbido agudo se intensificaba, la luz del pasillo s