El Director Vektor estaba de rodillas, golpeado no por la fuerza física, sino por la frecuencia pura e incondicional de Lysander, que llenaba la cámara de cobalto. El pulso de la verdad había destrozado su Dispositivo de Supresión de Frecuencia (DSF) y lo había obligado a enfrentar la coherencia absoluta de su existencia.
Su mente, durante décadas el motor de la simulación corporativa, luchaba desesperadamente por encontrar un eufemismo, una justificación, una mentira que le permitiera recuperar el control. Pero la pureza liberada del Antídoto Inmortal era demasiado potente. Cada intento de simulación era instantáneamente refutado por la realidad innegable de la frecuencia. La verdad incondicional disolvía los cimientos de su identidad construida sobre la certeza de que él era el único garante del orden.
"La... la mentira es... el esfuerzo es... insoportable," jadeó Vektor, su voz distorsionada por la lucha interna. Se sujetó la cabeza, y Kael vio la grieta. El hombre que había querid