El viejo hangar de Orion Corp., oculto entre un laberinto de almacenes industriales abandonados a las afueras de la ciudad, se alzaba como una silueta oscura bajo el cielo incierto, un refugio oxidado que contrastaba brutalmente con el mármol pulido y los jardines inmaculados de la mansión que acababan de dejar atrás, era un lugar que Kael había designado como su último bastión, su único santuario libre de la toxicidad de su padre y el veneno que corroía la verdad, y ahora, en la quietud lúgubre del amanecer, se sentía más seguro y real que cualquier fachada de riqueza que hubieran conocido.
Elara detuvo el todoterreno detrás de una pila de contenedores de carga en desuso, su atención dividida entre el entorno, la compleja red de seguridad que percibía con su Habilidad Despertada, y el hombre herido a su lado, cuya respiración se había vuelto aún más superficial y quejumbrosa.
"Hemos llegado, Kael, pero la seguridad es demasiado estricta incluso para un búnker de emergencia," susurró