La Intimidad Forzada: Una Noche Sin Chef
La tensión en el penthouse Herrera se había vuelto una sustancia palpable. La presencia de Julián Castillo como el jardinero personal de la residencia era un recordatorio constante para Daniela de que su libertad tenía un precio y que Dante era un estratega impecable.
Esa noche, sin embargo, el destino corporativo se vio interrumpido por un problema doméstico inesperado. El chef personal de Dante había llamado con una excusa de "gastroenteritis aguda".
Daniela encontró a Dante en la cocina, un vasto espacio de acero inoxidable y tecnología de punta. Dante, inmerso en un traje de seda azul marino, miraba el refrigerador con el mismo desprecio que miraría un balance en números rojos.
—Esto es inaceptable. ¿Un magnate no puede cenar porque un empleado tiene indigestión? —preguntó Dante, irritado, con el teléfono aún en la mano.
Daniela sintió una punzada de burla. Era fascinante ver a Dante Herrera, el hombre que movía mercados, paralizado por la