La Incursión en el Territorio Enemigo

A la mañana siguiente, el pánico por la desaparición de Asdrúbal fue reemplazado por la fría estrategia de Dante. Si querían encontrar al joven, debían actuar con normalidad, para no alertar al secuestrador o, peor aún, a la prensa y a los abogados del testamento.

El primer movimiento fue forzado: una visita oficial de Dante Herrera a Delacrox.

Daniela y Dante llegaron en su convoy blindado a la sede de Delacrox en la Quinta Avenida, un edificio de piedra tallada que olía a historia y a poder antiguo.

—Bienvenido a Delacrox. Aquí no tenemos pantallas brillantes ni mármol negro. Tenemos solera, Dante —dijo Daniela mientras cruzaban el lobby, donde los empleados se quedaron congelados al ver al magnate más temido de Nueva York.

—La solera no paga las deudas, Daniela. Solo las disfraza. Pero admito que el edificio tiene potencial —respondió Dante, analizando la arquitectura con ojos de inversor.

Llegaron a la oficina de Daniela, una estancia sobria c