KYRION
La alcanzo en el pasillo. Camino detrás de ella para poder observarla.
—En taxi —dice cuando llegamos a la salida—. No pondré la vida de mi hijo en riesgo por andar con un ebrio.
No protesto, detiene el taxi y subimos. Uno mis manos en medio de mis piernas. Ella soba su vientre, mi mirada se mantiene en el movimiento de su mano, en el dedo en que debería estar el anillo.
No tardamos en llegar a la dirección que indicó al conductor. Abro y ayudo. No toman fotos. Ella lo nota, yo lo hago. No le da importancia. Intento abrazarla, comprometer más la situación, pero lo intuye y se aparta.
—¿Segura que no quieres comer algo antes?
—Los antojos no duran todo el embarazo.
Sigue caminando. Me rasco la ceja, es complejo poder solucionar todo, pero no tener idea de cómo lidiar con el capricho de una colombiana en definitiva puede volver loco.
—¿Qué quieres comprarle? —pregunta.
—Lo que haga falta, elige todo lo que quieras.
—Ya compré lo que quer… olvídalo.
Se sumerge en el lugar, observa