El murmullo residual de la reunión aún flotaba en el aire cuando los miembros de la junta comenzaron a levantarse de sus asientos. Algunos lo hacían con diplomacia, otros con evidente tensión contenida. Hermann Möller, frío y digno en su derrota temporal, se limitó a ajustar los puños de su chaqueta antes de salir sin mirar atrás.
Esteban se acercó a Kathie, le posó una mano breve en el hombro y murmuró:
—Esto aún no termina. Pero diste una batalla impecable.
Ella asintió, agradecida, aunque no se atrevió a hablar. Sabía que cualquier palabra podía quebrar la armadura que aún la sostenía.
Noah permaneció en su lugar, observando c