El motor del auto se apagó suavemente frente a las altas rejas de una mansión iluminada. Kathie salió despacio, sintiendo cómo el aire frío de la noche le rozaba los hombros descubiertos. El vestido negro que había elegido resaltaba cada línea de su figura; sus labios, pintados de un rojo intenso, parecían un desafío.
El chofer, un hombre mayor y de porte impecable, abrió la puerta principal para ella.
—El señor Ignacio la espera en el salón, señorita Ramírez.La casa imponía respeto. Madera oscura, lámparas antiguas y un aroma a jazmín fresco que parecía pertenecer más a un recuerdo que a una decoración. Al entrar, vio a