El día amaneció bajo un cielo gris, como si la ciudad supiera guardar secretos.
Kathie llegó a la oficina de Esteban más temprano de lo habitual. Había dormido poco y, cada vez que cerraba los ojos, la noche anterior regresaba como un golpe de calor bajo la piel. Pero en ese espacio de vidrio y acero, debía enterrar cada recuerdo.El papel con el mensaje de Noah seguía en su bolso, doblado hasta el cansancio. No lo había tirado. No podía.
Al mediodía, Esteban la llamó a su despacho.
—Necesito que revises estos acuerdos antes de la firma. Ah, y esta tarde habrá una reunión en Möller Group. Te acompañaré —dijo, entregándole una carpeta gruesa.Kathie sintió