“Así que la futura mamá Isla realmente está trabajando duro, ¿eh?” bromeó Rafael, levantando una ceja mientras colocaba un plato humeante frente a mí.
Me desplomé en mi asiento, en la mesa real del restaurante, no en mi habitual lugar en la barra. Una promoción, aparentemente. Quizá Rafael finalmente se cansó de verme tambalear embarazada sobre los taburetes.
“Aún no soy mamá,” murmuré, pinchando la comida que había cocinado para mí. “Y sí, estoy trabajando en la empresa Del Fierro. No me lo recuerdes. Mi presión arterial podría subir.”
“¿No deberías estar trabajando ahora?” preguntó Rafael, las cejas levantándose como si ya supiera la respuesta.
Sonreí con sarcasmo, recostándome en la silla. “Me tomé un día libre.”
Rafa parpadeó. Luego parpadeó otra vez.
Y luego se rió, fuerte, como si le hubiera dicho que me casé con un fantasma por beneficios fiscales.
“Eres realmente algo, ¿eh?” dijo, sacudiendo la cabeza. “Te contrataron hace un par de días y ayer y hoy ya estás ausente. ¿Quién e