El reconocido presidente de D&L Distributor, Marck Lion, sufre un accidente automovilístico que lo deja incapacitado durante varias semanas. Ante esta situación, Marck se ve obligado a dejar temporalmente el mando de su reconocida empresa en manos de su torpe asistente, Sandra Williss. Sandra, quien siempre ha sido considerada como una empleada eficiente pero propensa a cometer errores, se enfrenta a un gran desafío al asumir la responsabilidad de dirigir una compañía tan importante. A pesar de su falta de experiencia y habilidades gerenciales, Sandra está decidida a hacer todo lo posible para mantener el éxito y prestigio de D&L Distributor durante la ausencia de Marck A medida que Sandra se adentra en el mundo empresarial, comienza a descubrir habilidades y talentos ocultos que nunca antes había explorado. Aunque enfrenta múltiples obstáculos y situaciones complicadas, su determinación y actitud positiva le permiten sobrellevar los desafíos y encontrar soluciones creativas. Mientras tanto, Marck lucha por su recuperación y observa de cerca cómo Sandra maneja la empresa en su ausencia. A medida que ve el progreso y los cambios positivos que Sandra implementa, comienza a cuestionar si realmente necesita retomar el control de la compañía una vez que se recupere.
Leer más— Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, cumpleaños Sandra, cumpleaños feliz! —Todas las jóvenes aplauden. Es el cumpleaños número 21 y aunque es un momento feliz para todas, saben que al llegar a esa edad tienen que abandonar el orfanato.
—Gracias chicas, me siento muy feliz. —dice Sandra abrazando a sus compañeras.
—Sandra, la directora me pidió que te dijera que vayas a su oficina. —habla Cruz la encargada de las habitaciones donde estaban cantándole a la cumpleañera.
—Claro, ya mismo voy. —Se pone de pie para salir, pero antes voltea para encarar a sus amigas—. No se la coman toda. —pide refiriéndose al manjar dulce que sostiene la vela con el número 21.
—Tranquila ve, que yo me encargo de que te dejen. —comenta Susana su mejor amiga en el orfanato. Ambas llegaron para la misma fecha y desde entonces han sido amigas inseparables.Sandra salió del edificio donde se encuentra para ir directo a las oficinas principales del orfanato. Toca la puerta de la oficina de la mujer que la esperaba.
—Directora Lion, ¿Me mandó a llamar? —Andrea Lion asiente, una mujer de un carácter algo peculiar, le señala la silla frente a ella.
—Sí, Sandra, es hora de que tengamos una conversación importante. —comienza a decir la mujer con voz suave pero que se ha ganado su puesto por su buena administración y su temple.
—Usted dirá. —Sandra baja la mirada pues sabe de qué se trata esa conversacion, su tiempo allí ha terminado.
No es que no le agrade que al fin va a conocer el mundo más allá de lo que ve en películas o lee en cuentos y novelas, pero también tiene miedo, pues desde que llegó al orfanato a los 4 años de edad, no ha pisado el mundo exterior. Sus estudios primarios y secundarios, así como el curso de asistente y el gerencial los tomó dentro de la institución que fue su hogar por los últimos 17 años. Según tienen entendido sus padres fallecieron en un accidente automovilístico. Las autoridades la llevaron allí donde nadie la reclamó, creció sabiéndose sola en el mundo, pero con una incertidumbre de conocer más sobre su procedencia.
—Como sabes, el término se ha cumplido, eres una chica inteligente y muy capaz, entiendo que te hemos dado las herramientas para que puedas salir adelante. —Se hace un silencio ensordecedor y Sandra se levanta de la silla con su mirada triste.
—Lo entiendo, rectora Lion, ahora mismo recojo… —La mujer mayor niega.
—No te he dado autorizacion para que te levantes y mucho menos me has dejado terminar de hablar. Toma asiento, Sandra. —Ordena la mujer mayor con voz firme y la joven mujer hace lo que le pide y al fin enfrenta la mirada de la rectora—. He hablado con mi sobrino, él es presidente de una compañía muy importante de distribusion en todo el pais y paises limítrofes. Le envié tu curriculum y él me prometió encontrarte una plaza en su empresa. No te garantizo nada de lo que estudiaste pero eres muy inteligente, puede que te den uno de secretaria de algun gerente o asosciado.
>> ¿Recuerdas los trabajos de verano en el área de la repostería y costura, que vendíamos para sacar fondos? En realidad no era para el orfanato. Ese fondo se utiliza para poder crear una cuenta bancaria que vaya generando intereses para cuando llegue este momento. Aquí está tu tarjeta y la información de tu cuenta bancaria. No es mucho, pero te da para vivir los primeros 3 meses. En el sobre está toda la información que necesitas saber, también la llave de un pequeño apartamento que ya está pago por los próximos 3 meses, ese es el tiempo que tienes para ahorrar y establecerte. Ya luego quedas totalmente desprotegida. —explica la mujer con una sonrisa. Es la primera vez que Sandra la ve sonriendo de esa manera pues Andrea Lion siempre se ha caracterizado por su seriedad.
—Muchas gracias, realmente estaba muy nerviosa, pensé que me aventarian al mundo como llegué. —Andrea niega levantándose de su silla.
—Eso nunca mi niña, ustedes son la clave del éxito de este orfanato. Nunca las dejaremos ir a la deriva. —La mujer mayor se acerca a la joven castana y la toma de los hombros mirándola fijamente a los ojos—. Te deseo el mejor de los éxitos. A veces pueden causar muchos problemas, pero siempre fuiste el alma de este lugar, te vamos a extrañar. —Sandra sonríe a medias pues sí que causó algunos estragos, cómo el día que se tiró a la fuente o el día que rompió el monumento a la madre Teresa de Calcuta, entre otros pequeños deslices.
—Gracias por su paciencia directora. —Las mujeres se fundieron en un abrazo. Sandra sale de la oficina de la rectora con sentimientos encontrados, estaba triste porque se tenía que marchar, pero al mismo tiempo alegre porque al fin conocerá el mundo fuera del orfanato.
Se despidió de sus amigas entre lágrimas y risas, Susana la ayudó a recoger sus cosas.
—¿Cómo te sientes? —pregunta la pelirroja.
—Si te soy sincera no sé cómo explicarlo. Estoy nerviosa, pero a la misma vez estoy a la expectativa de lo que me voy a encontrar allá afuera. —comenta sincera.
—Yo cumplo seis meses, guardame un rinconcito para quedarme contigo. —Sandra niega con una sonrisa y abre sus brazos para abrazar a la que ha sido su mejor amiga por todos estos años.
—Espero para ese entonces poder tener un lugar que podamos compartir, tonta. —las chicas se despiden con la promesa de encontrarse en seis meses para seguir compartiendo su vida. Sandra le promete a su amiga ir a visitarla y contarle lo que a fuera acontece.
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En la salida ya la esperaba la directora Lion, la señora Cruz y un taxi.
—Bueno, hasta aquí llegamos. —habló Andrea Lion tomando la mano de una de las alumnas más inteligentes que ha pasado por la institución como la más traviesa.
—Gracias por todo, siempre me sentí en una gran familia. —aclara Sandra algo nerviosa.
—Que tengas un camino lleno de cosas hermosas y por favor ya no hagas más travesuras. —pide Cruz y Sandra ríe sin confesar que no fueron necesariamente travesuras, sino que alguna que otra torpeza de su parte.
La chica sube al taxi, el mismo iba conducido por un hombre mayor de edad, el cual entendió que era tío de Cruz, por lo que la chica iba tranquila al saber que él la llevaría hasta su nueva morada. Sandra miraba todo con fascinación, los árboles desde su lugar se veían más verdes que los del orfanato, las calles brillaban, los transeúntes caminaban en su propio mundo, era todo tal cual lo imaginaba. Pensó que las personas debían ser amables, pues no se veía ningún tipo de disputa entre ellos. Al llegar a una humilde casa el taxi se detuvo.
—Llegamos señorita, el pasaje ya lo cubrió la directora Lion. —habla el caballero sacándola de su transe.
—¡Oh! Gracias. —contesta saliendo de su ensoñación.
El hombre sale de su taxi para ayudarle con la valija. Rápidamente Sandra toma el sobre que Andrea le había dado y leyó que su apartamento estaba en el tercer piso, el ático de la casa, las instrucciones eran claras, las llaves con el mango verde era la de la puerta de afuera y la del mango naranja era la del apartamento como tal. Sonrió al ver que la directora hasta en eso era organizada. Tomó sus cosas y subió hasta el apartamento que la esperaba amueblado aunque un poco polvoriento.
Sin poner ningún “pero” comenzó a sacudir el polvo para comenzar a ambientarlo a su manera. Esa era su parte favorita del día. Terminó tarde en la noche, pero se sintió feliz porque a pesar de todo tenía un lugar para descansar. Se acurrucó en su cama para buscar el sueño, era su primera noche fuera de un lugar con reglas hasta para dormir. Miro el reloj de pared y suspiró, ya las chicas debían estar en el quinto sueño, mientras ella aún está buscando descansar. Penso en escribirle una carta a Susana para contarle como es todo afuera, pero no encontró un cuaderno para hacerlo, debia comprar uno y lapicespara escribirle a su amiga ya qye alla solo se puede escriiubir, no tienen tecnologia fuera del plantel educativo.
Tomó la carta que le dio la directora Lion, leyó donde dicta la dirección de la empresa de Marck Lion, debía presentarse al día siguiente temprano en la oficina de presidencia. Cerró sus ojos imaginando a su jefe, de seguro era un hombre amable pues comprometerse con su tía para buscarle una plaza, debía serlo. Sonrió emocionada, su primer trabajo formal. Se quedó dormida imaginando cómo será su trabajo y su jefe.
La noche antes de la boda llegó con una calma extraña, casi sagrada. En el ala privada del palacio donde se hospedaban, Mariam observaba desde su habitación el cielo despejado, tachonado de estrellas. La luna llena colgaba como una promesa silenciosa sobre el desierto.No era una noche cualquiera. Era la última noche antes de ser oficialmente de Zayd. Habían decidido, en un impulso compartido, no verse hasta la ceremonia. Zayd insistía en que había magia en la espera, en la expectativa de verla caminar hacia él como si el universo entero se detuviera a contemplarlos.Mariam, sola en su habitación, encendió una vela. Sobre su escritorio reposaba la libreta de cuero que Zayd le había regalado: "Para tus votos", le había dicho. Tomó la pluma entre los dedos, sintiendo el peso de todo lo que quería decir y no sabía cómo.Respiró hondo. Y comenzó a escribir.Zayd,No eres mi salvación, porque no necesito ser salvada. No eres mi mitad, porque no estoy incompleta. Eres el refugio donde puedo
Un par de días después, Zayd sorprendió a Mariam con un plan inesperado: viajar a Dubái. No para compromisos oficiales, ni reuniones diplomáticas. Esta vez, era para algo mucho más íntimo: escoger el vestido de novia.—Quiero que lo elijas sin presiones —le dijo—. Quiero verte brillar como tú sueñes, no como las tradiciones digan.Mariam aceptó la invitación con una mezcla de ilusión y nervios. Aún no se acostumbraba del todo a ser tratada como la prometida de un príncipe, y menos, a recibir amor sin condiciones. Pero Zayd era paciente y era un refugio.El jet privado los llevó hasta la ciudad de los rascacielos, donde el lujo convive con el desierto y las luces bailaban incluso de día. Los esperaba una suite completa en uno de los hoteles más exclusivos de la zona, con vista directa al Burj Khalifa. Desde allí, Dubái se sentía como un cuento moderno, hecho de cristal y promesas cumplidas.—Esto es demasiado —dijo Mariam, al ver el salón lleno de cajas, sobres con su nombre y vestidos
Esa noche, el desierto parecía más silencioso. Las estrellas se encendían como luciérnagas eternas sobre el cielo oscuro, y en el ala privada del palacio, donde solo los elegidos podían caminar sin escoltas, Mariam estaba de pie en el balcón, envuelta en una bata ligera color marfil. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y en sus manos sostenía el cuaderno que Zayd le había regalado.Lo hojeó con suavidad. Aún no había escrito nada, pero sus pensamientos estaban llenos. Una suave brisa le acarició el rostro, y entonces escuchó el golpe tenue en la puerta.—¿Puedo pasar? —preguntó la voz profunda y cálida que ahora era tan familiar.—Pasa, Zayd.—Él entró con pasos silenciosos, vestido con ropa ligera de lino, sin el peso de sus ropajes reales. Cerró la puerta tras de sí y la observó. Ella no se giró de inmediato. Se limitó a decir:—Hoy comprendí algo.—¿El qué?—Que mi libertad no empieza cuando escapo... sino cuando dejo de correr. —Zayd se acercó hasta quedar a su lado. Ella l
Sintió que el corazón le daba un vuelco. Caminó con prisa hasta la puerta y la abrió. Él estaba allí. Impecable. Su thobe blanca lo hacía parecer una extensión de la luz que entraba por el pasillo. Pero su rostro… su rostro estaba serio, demasiado.—Iba a salir —dijo ella, sin saber por qué se justificaba.—Lo sé —respondió él, sin suavidad. Mariam frunció el ceño.—¿Lo sabes? —Zayd asintió y entró sin esperar invitación. Miró las rosas sobre el tocador, la caja abierta, la carta. Todo estaba a la vista.—No te iba a decir nada aún —dijo ella, bajando la mirada.—Y aún así ibas a ir. —El silencio entre ellos fue tenso. Como una cuerda estirada al borde del colapso.—No confío en él —admitió Mariam—. Pero… parte de mí necesitaba saber qué tanto puede ver desde afuera. Qué tanto sabe. Qué tanto finge. —Zayd se acercó. No como quien reclama, sino como quien está tratando de entender.—¿Y si eso te lastima más?—Entonces lo enfrentaré. No quiero construir una vida contigo, Zayd, con part
Zayd caminaba por los pasillos del ala norte del palacio, con una expresión más dura de lo habitual. Había salido de su estudio tras recibir un informe discreto de parte de uno de los jefes de seguridad privada. El nombre “Akiro Yamada” brillaba en rojo sobre la hoja.El hombre japonés no solo había entrado sin anunciar su verdadera intención, sino que había buscado a Mariam directamente. Sin pasar por Haifa. Sin pasar por él. Sin pasar por respeto.—¿Cuánto tiempo estuvo con ella? —preguntó en voz baja, deteniéndose frente a una de las columnas de mármol.—No más de veinte minutos, señor —respondió el escolta—. No parecía agresivo, pero tampoco era una visita casual. Se presentó con documentos, pero no permitió que fueran revisados.Zayd apretó los puños.—Aumenta la vigilancia de su habitación. Discreta, pero constante. Quiero informes, horarios y si vuelve a poner un pie en este palacio sin autorización directa mía, quiero que se le niegue la entrada aunque traiga una carta del mis
El vestíbulo del palacio resonaba con pasos suaves, perfumes florales y el eco lejano de conversaciones diplomáticas. Pero cuando Akiro Yamada cruzó sus puertas, fue como si el silencio se impusiera. Su presencia era un golpe visual: impecable en un traje de lino negro, camisa abierta en el cuello, sin corbata. Ojos oscuros que lo escaneaban todo como si ya conociera los secretos mejor guardados de ese lugar.No pidió permiso para entrar. Lo escoltaba un mayordomo nervioso, pero Akiro caminaba con paso firme, directo al corazón del castillo. Los guardias lo observaron sin intervenir; su nombre había sido aprobado por protocolo, gracias a alguna llamada hecha desde Bruselas. Pero nadie esperaba que se presentara tan pronto. Ni que viniera tan preparado.—El jeque Haifa está en reunión, señor Yamada —dijo el mayordomo—. Puede esperarlo en el salón de té o…—No vine a ver al jeque, vine a verla a ella. —El mayordomo palideció.—¿La princesa Mariam? —Akiro no respondió, solo caminó hacia
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