Andrey despertó y al verme recostada a la ventana con la mirada pérdida en el horizonte, se acercó por la espalda y me abrazó.
— Buenos días mi cielo — dijo con la voz aún rasposa por acabar de despertarse — ¿Aun sigues molesta por lo que hice? No debí tomar tanto esa noche, mucho menos dejarme llevar por el alcohol.
— Está bien — contesté — Ya no estoy enojada, solo me da un poco de vergüenza con Vanessa, deberías disculparte con ella.
— Lo haré en cuanto la vea, te lo prometo, y prometo que jamás volveré a llegar a casa a tal punto de ebriedad.
Me di media vuelta y le di un beso. Como toda pareja habíamos tenido diferencias debido a nuestras personalidades, pero jamás nada que no se pudiera solucionar.
— ¿Qué te parece si hago que vayas feliz y desestresada al trabajo? — preguntó lleno de picardía.
— ¿Nos alcanzará el tiempo? — me sentí un poco tímida por su propuesta repentina.
— Quizás tengamos que irnos sin desayunar, pero aún nos dará tiempo de llegar al trabajo.
Era verano, el