—¡Sunny! — exclamó, abrazándome con fuerza —. Qué sorpresa tan agradable. ¿Cómo estás, querida?
— Hola, mamá. Estoy bien. Tenía el día libre y pensé en venir a verte — respondí, devolviéndole el abrazo.
— Pasa, pasa. Justo estaba preparando un té. Cuéntame, ¿cómo te ha ido? — dijo, guiándome hacia la cocina.
Nos sentamos en la mesa de la cocina, y mientras mi madre servía el té, le conté sobre la entrevista de trabajo y cómo me sentía al respecto. Ella me escuchó atentamente, asintiendo y sonriendo en los momentos adecuados.
— Estoy segura de que lo hiciste muy bien, Sunny. Siempre has sido muy talentosa y dedicada — dijo, dándome una palmadita en la mano.
— Gracias, mamá. Espero que tengas razón. Necesito un cambio en mi vida, algo positivo.
Mi madre me miró con una expresión pensativa antes de cambiar de tema.
— Sunny, ¿te has enterado de lo que le pasó a ese muchacho, Raven? El que estaba en el hospital el día que falleció Willa.
Sentí un nudo en el estómago al escuchar su nombre.