Un trueno estrepitoso me interrumpió.
Di un pequeño brinco en la silla, tenso. La imagen de la mano de mi madre uniendo la mía con la de Anastasia se rompió como un cristal. Mi corazón martilleaba. ¿Dónde estaba? ¿En la mansión? El olor a perfume rancio de mi madre, la mirada de...
No. Estaba en mi habitación. Miré hacia un lado, hacia el origen de aquel molesto ruido molesto. Era mi teléfono sobre el escritorio. La alarma. No era un trueno, era el tono de "Emergencia" que usaba para las cosas que no podía olvidar. Vibraba con tanta fuerza que hacía temblar la madera del escritorio.
La pantalla brillaba: "VUELO TAILANDIA - 2 HORAS".
Respiré hondo, pasándome una mano por la cara. El recuerdo de los últimos cinco años pesaba sobre mí como plomo. Me sentía agotado, y el viaje ni siquiera había comenzado. Deslicé el dedo por la pantalla y apagué la alarma. El silencio repentino fue casi tan ruidoso como la alarma.
Me quedé mirando las carpetas de VegaCorp y las fotos de Anastasia sobre m