El sol de la mañana bañaba la calle comercial más exclusiva de la ciudad. Valeria caminaba con paso aún inseguro entre Adrián y Gonzalo, tratando de asimilar que estaba legalmente casada. Gonzalo, como un turista en safari, no dejaba de tomar fotos con su teléfono a cada instante.
—¡Foto del “feliz” matrimonio saliendo del juzgado! —anunció, capturando la imagen de Valeria con una sonrisa tensa y Adrián con su habitual aire de suficiencia.
—Gonzalo, por favor, —murmuró Valeria, ajustándose los lentes.
—Es para el álbum, Val. Quiero recordar cada momento de este... trámite amoroso —dijo él con una sonrisa pícara.
Justo en ese momento, una voz familiar y llena de energía los hizo detenerse en seco.
—¡Val! ¡Gonzalo! ¡Qué casualidad!
Era Elena. Llevaba en una mano un vaso enorme de jugo granizado que parecía un arcoíris líquido y en la otra varias bolsas de accesorios de lujo. Su rostro se iluminó al verlos, pero su sonrisa se congeló cuando su mirada saltó de Valeria a Gonzalo y luego s