Capítulo 30: Esperame...
El motor del deportivo rugió, un sonido gutural que reflejaba la tormenta interior de Adrián. Sus nudillos, blancos por la fuerza con la que aferraba el volante, eran lo único estable en un mundo que se desmoronaba. Acababa de salir de la mansión de los Volkov, y el eco de los gritos de Anastasia —"¡Yo debí serlo!"— se mezclaba en su cabeza con el silencio aterrador que significaba la ausencia de Valeria.
"¿Dónde estás?", murmuró para sí, golpeando el timbre con una frustración impotente. Había seguido su corazonada, había confrontado a la persona más obvia, y solo había conseguido confirmar su rencor, no su culpabilidad. Se sentía como si estuviera corriendo en la oscuridad, chocando contra paredes invisibles. Por primera vez en su vida, el control se le escurría entre los dedos, y la sensación era nauseabunda.
El ringtone estridente de su teléfono lo sacó de su espiral de desesperación. Esperanzado por un segundo, lo miró. Número desconocido. Con el corazón en un puño, lo atendió.
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