Las calles del distrito de entretenimiento latían con una energía que me era completamente ajena. Grupos de gente feliz y ebria fluían entre los clubes, sus risas estallando como fuegos artificiales en la noche, cada una una puñalada sorda en mi silencio. Yo caminaba entre ellos como un fantasma, invisible, arrastrando los pies por la acera húmeda. Las palabras de Ana, Rosa y Anastasia resonaban en mi cabeza, un eco cruel y en bucle.
"Siempre viste como una anciana de noventa años." —Miré mi abrigo sencillo, mi falda discreta. Mi armadura. Para ellas, solo era un disfraz de irrelevancia. —"Cero estilo. Nada llamativo." —Me toqué el moño bajo, las gafas empañadas por la humedad de la noche. ¿Era eso todo lo que veían? ¿Una caparazón vacía? —"Un cero a la izquierda no suma ni resta. Quitarla del medio no hará ninguna diferencia." —La frase de Anastasia era la más dolorosa. No era un obstáculo digno, ni siquiera una rival. Era nada. Un espacio en blanco que podían borrar sin dejar mancha