El bosque aún estaba sumido en la penumbra cuando encontraron a las hembras.
Estaban reunidas entre los árboles, los cuerpos temblorosos y los ojos abiertos de miedo. Algunas todavía sollozaban en silencio, abrazando a sus crías contra el pecho, como si temieran que la pesadilla de aquella noche terrible volviera a repetirse.
Collin miró a su alrededor, sintiendo el peso de la tragedia sobre los hombros. El olor a sangre y humo aún impregnaba el aire.
Cuando regresaron a la aldea, el sol ya se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados. Collin se detuvo un momento en la entrada y volvió la vista hacia el bosque, incapaz de sacudir la sensación de que no estaban seguras.
Fue entonces cuando algo se movió entre los árboles.
Su corazón se detuvo por un segundo.
Una figura emergió de la espesura, cojeando. El joven lupino que había atraído a los enemigos apareció cubierto de sangre, tambaleándose como si cada paso fuera una lucha.
"No…" murmuró Collin, corriendo hacia é