Alade abrió los ojos con un sobresalto, jadeando, escupiendo agua como si sus pulmones lucharan por liberarse de la muerte. El mundo giraba, el sol quemaba su retina como un hierro al rojo vivo, y todo dolía. Se incorporó, empapada, el pecho subiendo y bajando como si fuera a explotar.
Poco a poco, sus ojos reconocieron una figura arrodillada a su lado. Aaron. Jadeante, con el rostro pálido y los cabellos pegados a la frente, la observaba como si temiera que no despertara.
"¿Qué… pasó?" Su voz salió débil, casi un susurro desgarrado por la sal en los pulmones.
"El barco naufragó." respondió él, sin apartar la mirada.
Alade miró alrededor. Estaban rodeados por palmeras retorcidas y una vegetación densa. La arena blanca se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y el mar se mecía perezoso frente a ella, como si se burlara de su fragilidad.
"¿Dónde estamos?" preguntó con la voz áspera.
"No… no lo sé." Aaron respiraba con dificultad. "Desperté flotando… te vi. Estabas inconsciente, no mu