Alade rodeó el cuello de Aaron con sus brazos, atrayéndolo más cerca. La luz de la lámpara titilaba al fondo, proyectando sombras danzantes en las paredes del camarote, como si el propio barco supiera lo que estaba a punto de suceder.
Aaron parecía reacio, sus ojos buscaban respuestas que ni él mismo entendía. Aun así, los labios se encontraron, chocando con una intensidad cruda, casi cruel. Había rabia allí. Había fuego, un deseo enredado con sentimientos sin resolver. Un beso feroz, descontrolado, como si fuera la única forma de callar lo que rugía dentro de ellos.
Hasta que él se apartó.
La respiración pesada de ambos llenaba el silencio cargado. Aaron la miraba con una mezcla de deseo, culpa y miedo. Su voz salió ronca:
"¿Qué crees que estás haciendo, Alade?"
"Terminando con esto de una vez." Intentó atraerlo de nuevo, pero él se resistió.
"No soy idiota, Alade. Sea lo que sea que estés planeando, no voy a caer."
"¡No estoy planeando nada! Yo solo... Te odio. Eso no ha cambiado. T