Collin*
Los días pasaron como un soplo helado, cargados de silencio y de palabras no dichas. Liam seguía durmiendo en el rincón de la cabaña, siempre cerca… pero aun así, inalcanzable. Y era esa distancia silenciosa la que dolía más que cualquier ausencia.
A veces, en medio de la noche, Collin despertaba con el sonido apagado de sus murmullos. Liam se retorcía en pesadillas que parecían aprisionarlo. Ella sabía muy bien de qué intentaba huir: del pasado, de las memorias, de los toques que no eran los suyos. Dolía verlo tan roto. Dolía saber que no podía alcanzarla, aunque estuviera tan cerca.
Y como si los fantasmas internos no bastaran, los externos también rondaban. Lobos errantes aparecían cada vez más cerca, poniendo a prueba los límites de la aldea. Maden estaba furioso, y todos lo sabían: una guerra podía comenzar en cualquier momento.
Aun con todo eso, Collin se negaba a detenerse. Quería ser fuerte. Quería estar preparada. Entrenaba todos los días con Eve, mientras Damon corre