Capítulo 4 — Una ayuda

Con un nuevo jefe, significaba nuevos cambios y el trabajo parecía inacabable, había una lista de pendientes por resolver y cada vez más rumas de carpetas sobre el escritorio de Selina.

Los últimos días, su jefe, Ares, parecía estar intentando esquivarla, se mantenía encerrado en la oficina y solo la llamaba para lo estrictamente necesario, sin embargo, había algo extraño, Ares también mantenía a Selina todo el tiempo ocupada en su escritorio.

Como si él no quisiera que ella se trasladara a otros departamentos o anduviera por los pasillos, cada vez que hacía falta buscar alguna orden o archivo, Ares exigía a las otras asistentes traerlos, por lo que Selina no se movía de su lugar.

Aun así, la cantidad de trabajo acumulada, era agotadora para Selina, quien se esforzaba cada vez más para cumplir con sus responsabilidades y no perder su trabajo, por esto, decidió quedarse hasta muy tarde para adelantar.

— Qué oscuro está… — Murmuró Selina, levantando el rostro hacia el cielo, al salir de la empresa.

Era muy tarde, no había luna y la noche parecía dominar sobre todo, apenas la luz opaca de algunos focos alumbraban la calle.

Hizo una brisa fría, Selina sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, así que se ajustó el abrigo y se abrazó a sí misma, avanzando hacia la calle, a unos metros estaba la parada de bus, en dónde tomaría el último transporte para regresar a casa.

La prestigiosa empresa King estaba ubicada en el extremo norte de la ciudad, alejada del bullicioso centro, cercana a una zona boscosa en dónde después empezaban los suburbios, de fácil acceso para la mayoría de los trabajadores y en contacto con la naturaleza.

Pero para Selina estaba algo alejada, considerando que ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en el centro de la ciudad, por lo que le tomaría bastante llegar a su casa para descansar.

Una nueva brisa gélida la azotó con más fuerza, las ramas de los árboles que estaban al otro lado de la calle, frente a ella, se movieron con fuerza, provocando un ruido algo escalofriante, Selina se estremeció, ¿Cuándo iba a pasar el bendito bus?

Ya ella se imaginaba calentando algo de comida que tenía guardada del día anterior, tomando una ducha caliente para luego enrollarse en su colcha caliente, en la cama.

Selina respiró profundo con los ojos cerrados, llenándose de satisfacción ante las imágenes de su mente, cuando nuevamente escuchó el ruido escalofriante de las ramas moviéndose con fuerza frente a ella, pero está vez no hizo brisa, eso le pareció extraño.

Cuando ella abrió los ojos, enfocó al frente, justo en donde estaban los árboles, en lo más oscuro y su corazón se detuvo.

Un par de ojos verdes esmeralda, con un brillo dorado, sobrenatural, enormes y salvajes la estaban mirando fijamente, Selina se quedó estática, prácticamente paralizada, cuando notó que esos ojos le pertenecían a una enorme bestia, un lobo gigante de color oscuro como la noche, apenas se podía ver su silueta entre las sombras de la oscuridad y de los árboles.

— No puede ser… ¿Me lo estoy imaginando? — Susurró Selina, notando que de su aliento comenzaba a salir humo por el frío.

Instintivamente, Selina dio un paso hacia atrás y el lobo dio un paso hacia al frente, bajando la cabeza y mirándola fijo, como si estuviera cazándola, el corazón de Selina latía tan rápido que sentía que se le iba a salir del pecho, las manos comenzaron a temblarle incontrolablemente, ella dio otro paso hacia atrás y el lobo volvió a avanzar, está vez gruñendo por lo bajo, mientras le mostraba los dientes y los enormes colmillos afilados.

Sin pensar en lo que hacía, por instinto de supervivencia, Selina se giró y corrió a toda velocidad de vuelta al único lugar seguro que tenía cerca, el edificio de la empresa, la única puerta abierta era el portón del estacionamiento, eso quería decir que debía haber alguien allí, alguien que iba saliendo en su auto, ¡Una ayuda!

Sintiendo que no podía respirar, ella corrió tan rápido como podía, pero el instinto de supervivencia ligado con el miedo, puede dar paso a los traspiés y eso fue precisamente lo que le pasó a Selina, cuando, justamente en la entrada del estacionamiento, al pisar la rampa, resbaló, cayendo de espalda con un fuerte impacto en el que se golpeó la cabeza, quedando inconsciente.

Con mucho esfuerzo, los últimos días Ares había logrado controlarse, sin embargo, él sabía perfectamente que esa resistencia no le duraría para toda la vida.

Si no quería ceder a su instinto y recibir a la humana como su compañera destinada, entonces debía rechazarla y alejarla de su vida, pero el simple pensamiento de esa acción era demasiado doloroso, tanto que su lobo se retorcía mientras gemía en su interior.

Así que, mientras encontraba una solución, Ares decidió esforzarse por mantener distancia de la humana, se aisló en su oficina, llamándola solo cuando era estrictamente necesario, pero manteniéndola al mismo tiempo cerca de él, ocupada en su escritorio afuera de la oficina.

Finalmente, la humana se había marchado a su casa, era de noche, el edificio de la empresa estaba prácticamente solo, con un par de vigilantes que merodeaban a cada tanto tiempo, pero él no podía dejarla allí sola, así que decidió esperar hasta que Selina se fuera.

Ares bajó al estacionamiento, subió a su lujoso auto y arrancó cuando vio algo tirado en la entrada de la rampa, el auto se acercó un poco más y la sangre se le heló cuando él reconoció la figura.

¡La humana! ¡Selina! ¡Su pareja destinada!

De inmediato él acercó el auto, se bajó y corrió hacia ella, levantándole el rostro, ella lucía algo pálida, pero respiraba y su ritmo cardíaco parecía normal, se le sentía un pequeño chichón detrás de la cabeza y no había sangre.

De pronto, Ares sintió algo extraño, todo su cuerpo se tensó, un gruñido muy bajo salió desde lo más profundo de su garganta mientras mostraba los dientes, sus ojos observaban directamente hacia la calle que estaba frente a la empresa, había algo o alguien observándolo entre las sombras, Ares no lograba verlo, estaba lejos y oculto, pero sí podía sentir la sensación de ser vigilado.

Sin dejar de mirar ese punto y aun con el gruñido amenazante en su garganta, Ares tomó a Selina entre sus brazos, levantándola para llevarla a su coche y arrancó, alejándola del peligro.

El ronroneo de un motor suave y la sensación de movimiento hizo despertar a Selina.

— ¿Qué…? ¿Dónde estoy…? — Comenzó a murmurar ella al tiempo que se tocaba la cabeza.

— Te caíste en la entrada de la empresa… — Respondió la gruesa voz de Ares, causando un pequeño sobresalto en ella.

¿Ares? ¿Su jefe estaba a su lado? No, más importante aún, Selina miró alrededor, ¿Estaban en su auto?

— Te golpeaste la cabeza, te llevaré al médico… — Avisó Ares.

— ¿Qué? ¿Al médico? — Selina intentó abrir los ojos, que aún se le cerraban. — No, por favor, no… Estoy bien, yo estoy bien… Llévame a casa, llévame a casa por favor… — Gimió ella, moviendo la cabeza de un lado para el otro, Ares orillo el coche, deteniéndose.

— Te golpeaste la cabeza, eso es muy peligroso… — Intentó explicar Ares, con el entrecejo arrugado.

¿Qué mujer más obstinada? Pensó. Usualmente, como Alfa y jefe, todos hacían lo que él decía.

Mientras que Selina, solo pensaba en la enorme factura que le acarrearía esa pequeña visita al médico, los exámenes y el tratamiento, un dinero que no tenía y que necesitaba para mandarle a su hermana y a su madre.

— Estoy bien… Estoy bien… — Gimió Selina medio adormilada, — Por favor, te lo suplico, llévame a casa…

Esa petición, esa súplica, ese sentimiento saliendo de los labios de ella, timbró a Ares, su lobo que ya estaba saltando emocionado dentro de la cabeza de Ares por tener a la humana cerca, se doblegó deseando solo complacerla.

— Te daré la dirección… Te daré la dirección… — Insistió Selina, hasta que no pudo más y cayó rendida en un profundo sueño.

Ares suspiró frustrado, no era necesario que ella le diera la dirección, él la conocía perfectamente, últimamente él se escapaba cada madrugada de la manada, atravesando en bosque con su forma de lobo para convertirse en humano al llegar a la ciudad y colarse en el edificio donde vivía Selina, solo para sentir ese aroma.

Ella era como una adicción para él.

Él sabía perfectamente cómo llegar, solo que no podía dejarla allí sola, en ese pequeño cuarto, en ese estado, así que luego de pensarlo por un rato, Ares arrancó su auto, dirigiéndose a un lugar perfecto para cuidarla.

El aroma de una deliciosa comida hizo despertar a Selina, quién miró alrededor tan asustada como confundida, ¿En dónde carajos estaba?

Ella se levantó de golpe de una confortable cama, provocando un pinchazo de dolor en su cabeza, lo que le recordó a aquel aterrador lobo oscuro que vio y que quería atacarla, como ella corrió, cayéndose y golpeándose la cabeza, pero, desde allí, todos sus recuerdos eran borrosos.

Afuera de la habitación, Selina escuchó un ruido, el rico aroma a comida la volvió a golpear provocando que su estómago rugiera, con cautela ella se acercó a la puerta y la abrió, al otro lado del pasillo vio la silueta de un hombre pasar y se asustó.

— ¿Qué…? ¿Qué es esto? ¿Me secuestraron? — Se tensó, escondida tras la puerta y entonces un nuevo fragmento de recuerdo llegó, el auto y… ¡Ares! — No puede ser…

Con mucho cuidado, Selina avanzó y entonces lo vio, Ares se movía con agilidad en la cocina usando una franelilla ajustada y unos pantaloncillos de algodón, mientras caminaba descalzo, ella se quedó por un momento atontada, viendo sus músculos perfectos y entonces ella notó que sobre la barra había ingredientes extraños, que no había visto antes, como unas ramas y tallos, quizás algo gourmet, de ricos, pensó y su estómago rugió una vez más.

— ¿Piensa quedarse allí parada mirándome o va a venir a comer? — Gruñó Ares, aun de espaldas, sorprendiéndola.

— Oh, lo siento, yo… No pensé que… — Comenzó a murmurar Selina, acercándose, sonrojada y avergonzada.

Ares puso el plato sobre la mesa, frente a ella, con un gesto serio, como si no escuchara lo que ella decía y volvió a concentrarse en la cocina.

Él intentaba desesperadamente controlarse.

— Mmmm… Gracias. — Soltó Selina con un suspiro, tomando asiento para comenzar a comer, era un sabor algo extraño, algo que ella no había probado nunca antes, pero era delicioso. — ¿En dónde estamos?

— En una cabaña, a las afueras de la ciudad, pertenece a mi familia, la usamos cuando vamos de cacería por el bosque… — Respondió Ares, sin inmutarse. — Además, está cerca de la empresa, por lo que me pareció una buena opción.

— ¿Cacería? — Selina arrugó el entrecejo, imaginando a Ares armado caminando por el bosque. — Cierto, creo que no pude darle mi dirección… Gracias por no llevarme al hospital…

Ella se levantó con su plato vacío, dispuesta a llevarlo hacia el fregadero.

— ¿Qué hace? — Ares la detuvo, tomándola por la muñeca, Selina lo miró confundida, sintiendo como sus latidos se dispararon.

— Quiero ayudar… — Murmuró ella, mientras que Ares le quitaba el plato de las manos, la miró a los ojos, le revisó la pupila y luego el golpe, parecía más bajo, Selina sentía que se le iba a salir el corazón allí mismo.

— Usted necesita descansar… — Replicó Ares con autoridad. — Vaya y tome una ducha caliente, en el closet encontrará ropa, no es usada, se renueva en cada temporada de cacería, escoja lo que quiera, hay ropa de dama para mi mamá y las amigas de la familia.

— ¿Amigas de la familia? — Se preguntó Selina, confundida, sintiendo esa frase extrañamente incómoda.

Arrugando el entrecejo, ella se soltó del agarre de Ares y se alejó, obedeciendo, Selina tomó un baño caliente como nunca lo había hecho y luego volvió a la habitación, efectivamente había ropa de dama, pero nada que concordara con su talla.

— ¿Señor? — Algo avergonzada, Selina se asomó en la sala, donde Ares descansaba.

Él levantó la vista y todo su cuerpo se tensó, ella usaba una de sus camisas como una bata y se veía increíblemente sensual y provocativa, Ares tragó grueso.

— Es lo único que me quedaba, lo siento. — Musitó ella, señalando el camisón.

Ares se irguió, sentándose en el mueble mientras intentaba mostrarse serio, al tiempo que Selina se sentaba a su lado.

— Gracias. — Soltó ella, sonriéndole con calidez. — Bien que pudo dejarme allí tirada o en el hospital, pero me trajo hasta acá y me cuidó, nadie nunca antes había hecho eso por mí…

— ¿Qué?

Él volteó para mirarla, quedándose embelesado con sus mejillas coloradas, con sus labios rosados y con ese suave aroma de su piel recién bañada, ella llevaba el cabello húmedo, suelto y aunque intentaba cubrir sus piernas con sus manos, la piel descubierta mostraba lo terso y provocativo de sus anchos muslos.

Ares tragaba grueso, al tiempo que el lobo en su cabeza gritaba, saltaba y aullaba por dentro desesperado.

— Eso… Eso demuestra el buen corazón que usted tiene, en la oficina es usted un hombre tan serio, tan estricto, pero… En el fondo… Es usted muy buena persona… — Continuó Selina, sintiendo un extraño calor que la recorría y que la empujaba desesperadamente a acercarse cada vez más a Ares. — Entiendo que ya no podemos ir a casa por qué es de madrugada y aun así, usted se quedó, cocinó para mí y me prestó está ropa… Yo no sé… No sé… Como podría… Pagárselo…

Sin que se dieran cuenta, los rostros de ambos ya estaban a escasos centímetros, sus cálidas respiraciones se entrelazaban, ¿Esto estaba pasando de verdad? Selina lo miró a los ojos, que brillaron con un reflejo dorado, como los ojos de aquel lobo que había visto en el bosque, acaso… ¿Ella se lo estaba imaginando?

Y entonces lo sintió, el roce de sus labios, Ares la había besado y ella sintió un calor desde adentro que comenzó a desbordarla, atrayéndola hacia él, como la gravedad.

Era de madrugada cuando Leo, el beta de Ares, regresaba a la manada, escabulléndose para no ser visto, pues él se había escapado.

— ¡Leo! — La voz autoritaria de una mujer, lo hizo detenerse, tensándose.

— Mi señora Freya… — Susurró Leo, inclinándose levemente ante su luna y la madre de Ares. — ¿De dónde vienes?

— Del claro del bosque… — Mintió Leo.

— ¿Has visto a Ares? — Preguntó Freya, cruzándose de brazos.

— Si, apenas llegó de la empresa él salió a correr por el bosque hacia la montaña, dijo que necesitaba algo de aire, que estaba un poco estresado y me prometió que no se alejaría de la manada… — Explicó Leo, con seriedad.

— Qué extraño, últimamente sale a correr mucho en la madrugada… — Se quejó Freya, pensativa.

— Sí, es por el trabajo en la empresa, con lo de la manada, últimamente tiene muchas responsabilidades… Ya sabe, le he dicho que quiero ayudarlo más, pero a él le gusta encargarse de todo por su cuenta… — Intentó excusarlo Leo, simulando.

— Sí, tienes razón, lo he pensado mucho y creo que ya es momento de hablarlo con Ares… Él necesita una luna.

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