El hangar privado de Acapulco seguía vibrando con la energía residual de la propuesta de matrimonio, pero la maquinaria de Yago del Castillo nunca se detenía. Mientras Yago y Nant tomaban asiento momentáneamente en una sala de espera VIP al pie de la pista, Carlos ejecutaba la última maniobra logística de la noche.
Con una precisión quirúrgica, el chofer condujo la camioneta blindada hacia la rampa trasera del "Celestia 777". El vehículo, una bestia de varias toneladas, desapareció en la bóveda de carga de la aeronave, siendo asegurado por los sistemas hidráulicos para el vuelo de regreso.
Fue en ese instante de pausa cuando la realidad del mundo exterior irrumpió en su burbuja.
Los celulares de ambos vibraron casi al unísono.
Nant sacó el suyo y vio el nombre en la pantalla: Mamá.
El mensaje era una alerta de preocupación pura. Clara, quien había sido notificada horas antes por Yago de que su hija estaba segura, ahora sentía la ansiedad de la noche y la distancia.
—Es mi mamá —dijo N