El Día de la Junta de Socios había llegado, y la sede de CIRSA Puebla se había transformado en un circo mediático. La filtración orquestada por Diana había asegurado una asistencia masiva de la prensa nacional, con camarógrafos y reporteros agazapados, listos para capturar cada gesto de la estirpe Castillo.
En el interior, la Sala de Juntas Principal estaba repleta. Los accionistas, personal corporativo y el Consejo Directivo ya esperaban en un silencio cargado de expectativas. Entre ellos se encontraba Theresia, la matriarca original, vestida con una sobriedad elegante que desmentía la tormenta que se gestaba.
A su lado, Yago Castillo lucía un traje impecable. Su rostro, enmarcado por las gafas de montura metálica, mantenía su expresión característica: fría y gélida, proyectando la autoridad de un hombre que controlaba cada variable.
En un momento de calma tensa antes de que la otra parte de la familia llegara, Theresia se inclinó hacia su hijo.
—Espero que sepas lo que haces —dijo T