El sollozo de Belém se ahogó contra el hombro de Aria. La puerta de la habitación se cerró, y el débil sonido de Javier tarareando una melodía mientras bajaba las escaleras para cenar se desvaneció, dejando a las hermanas de nuevo en la burbuja de su doloroso secreto. La máscara de la "buena esposa" se había desprendido tan rápido como se había puesto.
Aria acarició el cabello húmedo de Belém y esperó a que la respiración de su hermana se regularizara. Sabía que la confesión sobre CIRSA y King era la punta del iceberg; el verdadero tormento de Belém residía en la mentira constante que era su matrimonio.
—Belém, por favor, detente. Mírame —dijo Aria, levantando el rostro de su hermana con ternura—. Sé que tienes que fingir por él, pero... ¿cómo puedes? ¿Cómo puedes vivir con esa mentira, con esa doble vida? ¿Quién es realmente Javier para ti? Él te adora.
Belém se recostó en la cama, mirando al techo. Su voz salió áspera, rasgando el silencio.
—Me adora. Por eso duele más. Él es bueno,