A las 5:30 de la mañana, en el tranquilo y exclusivo ambiente de Lomas de Angelópolis, Joren se despertó con el suave zumbido de su alarma. La luz del amanecer apenas se filtraba por las persianas de su habitación, una estancia amplia y minimalista que reflejaba el orden y la opulencia de la casa de su madre, Diana. El silencio era casi total, roto solo por el murmullo lejano de los sistemas de aire acondicionado de la mansión. Se levantó de la cama, se dirigió al baño privado y se preparó para el día. Se afeitó con precisión, se duchó con agua tibia y se vistió con un traje de corte impecable, una elección deliberada para la ocasión. No era un atuendo para un día de oficina, sino una armadura para una batalla, un símbolo de la seriedad con la que se tomaba el proyecto.
Mientras se anudaba la corbata frente al espejo, su mente estaba en un torbellino de pensamientos. La reunión de esa mañana no era solo una cita de negocios; era una prueba, una oportunidad para demostrar su valía, no