Mientras la madre de Nant, la hermana menor, Nant y Yago se despedían afectuosamente de Sofía y su familia, Carlos, siempre atento y eficiente, se dirigía hacia el valet parking del restaurante. En cuestión de minutos, la imponente camioneta de lujo de Yago ya estaba lista, esperando en la entrada. Con la misma discreción de siempre, Carlos se acercó a Yago para informarle de que el vehículo estaba listo.
—Señor Castillo, la camioneta ya está esperándolos —dijo Carlos en voz baja, asegurándose de no interrumpir la despedida.
Yago asintió con la cabeza, aún sonriendo y conversando con la familia de Sofía. El encuentro, que había comenzado como un simple almuerzo, se había transformado en un momento de alegría y camaradería que había dejado una impresión duradera en todos. La madre de Sofía, con lágrimas en los ojos, le agradeció a Yago por su generosidad.
—Señor Castillo, de verdad, no sé cómo agradecerle. Mi hija no ha dejado de hablar de lo maravilloso que es usted.
—El placer fue mí